La propargilamina, ¿quién lo hubiera pensado? Un compuesto químico metido en esta revolución discreta que ni las cuentas de Twitter más radicales pueden silenciar. Surgida en los laboratorios donde científicos con gafas gruesas hacían lo suyo, la propargilamina comenzó su historia hace un par de décadas, principalmente para combatir males neurológicos y darte un cerebro al cien. Es en estos tiempos que surge la pregunta: ¿qué más puede hacer? Básicamente, la propargilamina ha aparecido en estudios desde la década de los 90 principalmente vinculada con el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson. Sin embargo, y esto es lo que nos concierne a los que no nos creemos todo al pie de la letra, el debate aún existe sobre su eficacia.
Ves, este no es simplemente un compuesto destinado a llenarnos de pastillas porque sí. La magia de la propargilamina surge de su función como un inhibidor de la monoamino oxidasa B (MAO-B). ¿Sonido complicado? No te preocupes, aquí lo simplificamos. Al bloquear la MAO-B, básicamente está revolucionando nuestro cerebro al prevenir la degradación de neurotransmisores clave, esos que necesitas para que el cerebro no se vuelva flojo. Y aun así, la mitad de los foros de la web parecen más preocupados por el género del gato de su vecino que por avances en temas que realmente importan.
¿Por qué entonces la propargilamina todavía causa tantas discusiones acaloradas como si fuera un tema de sobremesa familiar? Será porque en el mundo estrictamente regulado de los medicamentos y sus derivados, la pregunta del millón sigue abierta: ¿cómo de efectiva es realmente? No ha sido ajena a la controversia, con alguna que otra empresa farmacéutica interesada en publicitarla tanto como para que su abuelita tenga cinco frascos en su baño. Pero, ¿eso significa que algunos lo usan para frenar la decadencia mental como si fuera obvio? Adivina quién tiene la respuesta a eso.
Lo que nos lleva al punto crucial: quién está detrás del impulso de hacer famosa a la propargilamina. Supongamos que principalmente es gente pragmática y científicos que no tienen pelo ni tiempo para juegos, aunque por otro lado están los que siempre encuentran una teoría conspirativa en algo que tan sólo busca alargar vidas. La industria farmacéutica detrás apunta a que se trata de una solución legítima para problemas muy reales, incluso mientras las pancartas digitales claman por uno u otro efecto secundario colosal que rara vez se verifica en estudios serios.
¡Pero atención! Toda esta charla desaparece más rápido que las promesas de campaña en el segundo que te paras a pensar que, sin los jefes científicos y su maratón de laboratorios, el compendio de problemas neurológicos sólo crecería. En tiempos donde se invierte más en desinformación que en educación legítima, es importante mantener el ojo afilado y no ser arrastrado por la ola de tendencias de internet que van cuesta abajo.
Aclarado esto, las terapias que involucran propargilamina han sido muchas veces relegadas precisamente porque no hay mediadores avispados en los pasillos de la burocracia para poner las cartas sobre la mesa y dejar que la población decida por sí misma. Todo esto mientras que los autoproclamados liberales del mundo ven enrojecerse sus rostros al tener que aceptar que los avances médicos no siempre van de la mano de sus ideales.
Su uso no quiere decir que te desayunes una cucharada de propargilamina y lo llames elixir de vida eterna. Como cualquier tratamiento que se precie, la administración debe ser supervisada por profesionales de la salud que conocen las complejidades del cuerpo humano mejor que un blog de moda conoce las estaciones del año. Sin obstante, a falta de una mejor terminología, esto acaso no suena como el trabajo de alguien más que de la política de turno.
Para muchos que pisan el terreno pragmático, la pelea por dejar o no dejar entrar la propargilamina en las casas como un tratamiento factible, más que una revolución desde el chemtrail, está sobre la mesa de negociaciones de quienes desean ver en marcha acciones que favorecen a la humanidad, en vez de hashtags que aburren antes de 10 minutos de vida útil.
Alcanzar un término medio en cualquier desarrollo médico siempre parecerá difícil en la actualidad, es como abrir el sobre de las cartas de impuestos y esperar una sorpresa agradable. Así que sigue este tema, especialmente cuando salga más información o, por qué no, más tratamientos dirigidos a lo que antiguamente solían ser las interminables tardes perdidas en hospitales.
Tal vez, desde esta esquina, te queda imaginar cuál será el siguiente capítulo de la regulación médica mientras la propargilamina, con sus poderosos efectos sobre el cerebro, se convierte en algo más que el término cotidiano de la farmacopea moderna y rompe, finalmente, los límites de esta sociedad que se pierde entre cifras de pantalla.