¿Cuándo nos encontramos con un fósil que arrastra el nombre de un presidente? La respuesta es 'Obamadon', el pequeño lagarto que habitó en lo que hoy conocemos como Norteamérica hace unos 65 millones de años. Este reptil, que fue hallado en 2012 en Wyoming por científicos de la Universidad de Yale, recibió su peculiar nombre por nada menos que el 44° presidente de los Estados Unidos, Barack Obama. Pero, ¿por qué en el mundo se lo relacionaría con un presidente estadounidense moderno? El hecho es que, durante el segundo mandato de Obama, se tomó esta decisión aparentemente controversial y cargada de simbolismo.
La elección del nombre 'Obamadon' no fue al azar tampoco. Inspirado por la sonrisa de Obama, la criatura destacaba por su dentadura afilada. Lo que genera preguntas sobre si sus descubridores pretendían una cortesía o una crítica encubierta a una administración que prometía mucho pero cuyo legado es discutible. Dicen que la historia se escribe a la sombra de los vencedores, pero ¿qué tan ganador fue Obamadon?
Los científicos datan la existencia de este lagarto en el periodo Cretácico, justo al final, cuando ocurrieron los eventos catastróficos que llevaron a la extinción masiva de los dinosaurios. Los científicos afirman que Obamadon fue probablemente víctima del mismo asteroide que aniquiló al resto de sus parientes reptiles. Sin embargo, esta no pudo ser mejor metáfora del final de un legado político al que muchos atribuyen más brillo que sustancia. Argumentos suenan por todos lados sobre si la administración Obama cumplió con las esperanzas depositadas y qué tanto mejoró realmente su 'dentadura'— algunas políticas tal vez no masticaron problemas como se esperaba.
Pero volvamos al lagarto. Obamadon pertenecía a un grupo llamado polyglyphanodontia. Estos reptiles eran que lucía bastante común y podrían haberse mezclado sin problemas con los actuales lagartos de América. Sin embargo, irónicamente, el asteroidе que acabó con los dinosaurios también sepultó las aspiraciones de nuestro amigo Obamadon, algo así como el que entierra las ilusiones de la clase media tras la crisis financiera.
Resulta curioso cómo la elección del nombre refleja tintes de preferencia científica pero, en una lectura entre líneas, podría ser visto como una ironía. La desaparición de Obamadon por causas naturales refuerza, para algunos, que la administración Obama enfrentó desafíos contra los que toda promesa de cambio fue fútil. Tal vez la sonrisa no lograron encantar incluso en la paleontología.
Si hablamos de supervivencia, los expertos dicen que Obamadon habría tenido posibilidades en otro tiempo menos tumultuoso. Del mismo modo, la administración Obama quizá hubiera tenido más éxito si el mundo no hubiera estado en conflicto constante, con intereses culturales y económicos chocando cada día más fuerte. Lo cual nos lleva a otra conclusión posible: no importa cuánto talento tengas si el tiempo y el lugar están en tu contra.
En un mundo cargado con expectativas y demandas instantáneas, tanto el lagarto Obamadon como aquellas políticas progresistas que no alcanzaron su ápice son vistas retrospectivamente con escepticismo. ¿Eran tan buenos como decían o simplemente el tiempo no los favoreció? Cuestiones inherentes a liderazgos que seducen con su brillantez exterior pero que enfrentan tempestades en su duración.
Curioso como Obamadon y la administración que hoy osan reflejar tienen en común el ser producto de sus tiempos, atados a eventos de magnitudes impensadas que afectan legados propios mientras sus propios seguidores continúan debatiendo sobre la trascendencia de sus acciones. Obamadon puede haber desaparecido bajo toneladas de polvo cósmico, pero su espíritu vive en análisis políticos impredecibles.
La próxima vez que uno pase por un museo y vea un fósil, nunca se sabe cuáles secciones de la historia, englobando ciencia y política, reforzarán las perspectivas del visitante. Entonces, la pregunta queda en pie, ¿qué otros fósiles políticos esperan ser descubiertos en décadas futuras?