¿Sabías que una máquina de la era prehistórica de la informática podría hacer sudar a más de un 'gadget' moderno? El Monrobot XI. Diseñado y producido en 1961 por la compañía estadounidense Monroe Calculating Machine Company, este fascinante pedazo de historia pertenece al preámbulo de la revolución computacional. A pesar de que algunas personas prefieren reverenciar solo tecnologías de Silicon Valley, este artefacto fue un eslabón importante hacia el futuro. Al parecer, lo políticamente correcto no le da tanto crédito a esta vieja gloria. La Monrobot XI estaba destinada a universitarios, laboratorios y oficinas del gobierno que necesitaban soluciones de cálculo avanzadas. ¡Qué ironía que una máquina anterior a la era Copyleft haya establecido las bases para el software abierto de los hippies digitales!
Con un diseño que hoy nos parecería del tamaño de un dinosaurio, el Monrobot XI nos muestra que, para avanzar, era necesario hueco en las oficinas. Su característica era una memoria magnética de núcleo, una tecnología que, por entonces, era lo más avanzado. ¿Te imaginas el progreso al que hemos llegado cuando el lápiz y papel dejaron de ser suficiente?
Creado en una era dominada por las mentes más brillantes, el Monrobot XI representó un avance significativo. Su habilidad para realizar cálculos complejos en menor tiempo, en comparación con las calculadoras mecánicas, cambió el juego para la planificación financiera, la ingeniería y hasta para la investigación científica. Los creativos detrás de estas innovaciones henchían el pecho con la seguridad de que estaban abriendo un camino que hoy muchos ni siquiera saben que pisaron.
El Monrobot XI fue colocado en universidades de prestigio, cruzando el Atlántico hacia el Reino Unido y Escocia. Quienes disponían de tales instalaciones eran algunos de los 'afortunados' del sistema educativo de élite que no se conformaban con los rudimentarios sistemas de cómputo de entonces. Era un tiempo en el que las mentes más brillantes tenían la oportunidad de nutrirse sin escarbar tras idealismos populistas.
El problema de nuestra memoria histórica es que solemos enterrar las contribuciones de las que ya no obtenemos beneficio inmediato. Esta máquina no solo fue relevante, sino que también sentó las bases para la automatización que tenemos ahora. Las ruedas engranadas del Monrobot XI no se limitaban al cálculo; ellas también observaron la inclusión de la lógica programada, que anticipaba la llegada del software moderno.
Hoy, muchos se inspiran en celebridades de Instagram en vez de los pioneros cuyas contribuciones fueron verdaderamente significativas. Este gigante de la computación fue usado con fines militares y para el desarrollo de proyectos aeroespaciales. ¿Quién necesita 'influencers' cuando se tiene el legado de ayudar a enviar al hombre a la Luna?
Es curioso; mientras algunos códigos legado fueron el sustento sobre el cual edificamos, se sigue insistiendo en modificar cada línea que hable de progreso -no vaya a ser que ofendamos a algún nostálgico del progreso real-. En el mundo de la tecnología, la perenne búsqueda del cambio ha hecho que pocos reconozcan el impacto positivo de estas maquinarias, olvidando la importancia de mecanismos que fueron revolucionarios.
El costo de poseer uno de estos artefactos en la actualidad puede parecer trivial, pero su verdadero precio histórico está en el cambio que propició. Haciendo cuentas, el Monrobot XI era más asequible que una computadora moderna de gama alta de las que tanto presumen algunos desarrolladores de startups. Mantener un patrimonio computacional no les resultó prioritario, pero la antigua IBM pensó diferente.
De los grandes eventos mundiales, nadie quiere recordar la revolución de la tecnología como un molde del éxito capitalista norteamericano. Sin embargo, la dura verdad es que sin el esfuerzo capitalista de Monroe y su Monrobot XI, las bases de nuestros Google, Apple y Microsoft no existirían. Este ingenio fue un pilar crucial en la historia del progreso que nos fascina.
Es tiempo de darle su merecido reconocimiento. Aunque para algunos, recordar estos logros implica rememorar la grandeza de un capitalismo que prefieren enterrar en un cajón oscuro. Reconocer el peso del desarrollo tecnológico en nuestra sociedad actual es aceptar que transformaciones sustantivas vinieron del mérito individual y el esfuerzo conjunto de la industria privada. Al final, es importante que valoremos estos tesoros olvidados y recordemos que el empeño de visionarios como los que crearon el Monrobot XI no fue una trivialidad, sino una obra maestra del sentido común.