Cuando piensas en astronomía, apuesto a que no te viene a la mente una madre neozelandesa sin título universitario. Y es aquí donde te equivocas. Jennie McCormick, una astrónoma amateur nacida en Auckland, Nueva Zelanda, sigue sorprendiendo al mundo científico desde su observatorio personal en un garaje. ¡Sí, un garaje! ¿Por qué? Porque hacer descubrimientos planetarios desde el confort de donde guardamos el coche es tan poco convencional como parece, pero a ella eso le importa poco. Desde que empezó en 2001, Jennie ha participado en el descubrimiento de varios exoplanetas, esos planetas ubicados fuera de nuestro Sistema Solar.
¿Por qué es importante la historia de Jennie McCormick? Porque desafía todo lo que consideramos el camino ‘correcto’ hacia el conocimiento y el éxito. No ha pasado años en la universidad ni ha invertido sumas exorbitantes en educación. Como suele suceder, los héroes del día a día no llevan capa, y ella no lleva bata de laboratorio, pero eso no la detiene. Jennie es la imagen personificada de que, si tienes un sueño y no te interesa lo que diga el establishment, puedes lograr cosas asombrosas. Además, en lugar de quejarse de que el mundo no le ha dado oportunidades, ha creado las suyas propias a través de agallas y determinación.
Su contribución a la ciencia es producto de esfuerzo desde su pequeño observatorio. Con el uso de un telescopio Meade de 10 pulgadas, un dispositivo que muchos considerarían más como equipamiento de aficionados, ha colaborado con organizaciones de prestigio como el equipo de Planetas Microlente Profundas del Telescopio SOAR. Lo que McCormick ha demostrado es que la tecnología y el saber hacer no siempre necesitan una etiqueta de Harvard para ser efectivos.
Gran parte del mérito es de ella, pero también una serie de circunstancias únicas han hecho que sea posible su participación en proyectos globales. Nueva Zelanda, al estar localizada en el hemisferio sur, ofrece una ventaja única para observar partes del cielo no visibles desde amplios sectores del Norte. Ella se convierte en una colaboradora esencial cuando telescopios en partes tradicionales no logran captar toda la imagen, una clara demostración de cómo el talento y la ubicación pueden crear oportunidades.
Ahora, algunos podrían argumentar que darle atención a una aficionada como Jennie podría restar importancia a los científicos que han pasado décadas desarrollando sus habilidades en instituciones reconocidas. A esto digo, ¿quién decreta las reglas en un campo donde lo relevante debería ser la capacidad de contribuir? Para McCormick, las estrellas no reconocen títulos. Tampoco deberían hacerlo los que se dedican a explotar el amor por la ciencia.
Uno de sus logros más notorios ha sido el descubrimiento del ‘Planeta OGLE-2005-BLG-390Lb’, un hallazgo que se realizó colaborando con científicos de todo el mundo a través de una red que transmite datos en tiempo real. Gracias al uso del método de microlente gravitacional, ayudó a detectar este gélido planeta que parece orbitar una estrella distante ubicada a más de 20.000 años luz de la Tierra. Así, desde su garaje, McCormick ha tocado historias que se despliegan en la vastedad del espacio.
Muchos “iluminados” defienden que necesitas ciertos privilegios para marcar la diferencia en un campo como la astronomía. Pero Jennie McCormick cuestiona esta noción misma. Ella nos muestra que el intelecto y la curiosidad superan a la acreditación únicamente académica. Y a pesar de lo que puedan decir algunos perfiles progresistas, el lugar de una persona en la ciencia puede provenir de ápices de pasión y audacia insospechados.
Jennie McCormick es una clara evidencia de cómo, no solo como individuos, sino como sociedad, podemos romper las barreras autoimpuestas. Es el ejemplo más moderno de que por mucho que traten de convencerte de que solo aquellos con ciertos sellos tienen un lugar, ella, con su telescopio en un garaje, te dice que las estrellas están al alcance de quien las quiera alcanzar con trabajo.
En vez de unirse al coro de los que critican, Jennie McCormick ha optado por ver más allá, literalmente. Ella nos recuerda que, a veces, hacer algo con severidad y compromiso es mucho más revelador que abrirse solo para seguir caminos trillados. Esto también aplica a aquellos que ven el camino científico bajo un prisma único, impuesto o condicionado por las ideas de una supuesta superioridad académica.
Quizás lo más fascinante de la travesía de Jennie es cómo su historia recalca la importancia de la perseverancia. Ella nos habla desde las estrellas, recordándonos que los caminos laterales hacia el éxito pueden ser tan grandiosos como los más frecuentados. La próxima vez que mires al cielo, recuerda que, desde una esquina del mundo, alguien sin más anhelo que observar las maravillas del universo, ha jugado su mano y ha probado que el deseo de descubrir no tiene límites, y ni siquiera una simple puerta de garaje lo detendrá.