No Todo Lo Puedes Dar: La Trampa de la Generosidad Progresista

No Todo Lo Puedes Dar: La Trampa de la Generosidad Progresista

Este artículo critica la generosidad progresista en Estados Unidos, destacando sus consecuencias económicas y sociales negativas.

Vince Vanguard

Vince Vanguard

No Todo Lo Puedes Dar: La Trampa de la Generosidad Progresista

En un mundo donde la generosidad se ha convertido en una especie de religión, es hora de cuestionar quién, qué, cuándo, dónde y por qué estamos regalando todo. En Estados Unidos, la administración actual ha estado repartiendo beneficios como si fueran caramelos en Halloween, desde el 2021, en cada rincón del país. ¿Por qué? Porque creen que el dinero crece en los árboles y que la responsabilidad fiscal es solo un mito. Pero, ¿qué pasa cuando la fiesta se acaba y la cuenta llega?

Primero, hablemos de los cheques de estímulo. ¿Recuerdas esos? Fueron una solución rápida para un problema complejo. En lugar de fomentar el trabajo y la autosuficiencia, se optó por repartir dinero a diestra y siniestra. ¿El resultado? Una inflación galopante que ha hecho que el costo de vida se dispare. Pero claro, ¿a quién le importa la inflación cuando puedes culpar a las grandes corporaciones y seguir imprimiendo billetes?

Luego está el tema de la educación gratuita. Suena genial, ¿verdad? Pero, ¿quién paga la cuenta? La respuesta es simple: los contribuyentes. Y no solo eso, sino que la calidad de la educación se ve comprometida cuando las universidades se convierten en fábricas de títulos sin valor. Pero, ¡hey! Al menos todos tienen un diploma, aunque no puedan encontrar un trabajo decente.

La atención médica universal es otro de esos sueños utópicos que suenan bien en teoría. Pero en la práctica, significa largas esperas, servicios de menor calidad y, por supuesto, impuestos más altos. ¿Por qué trabajar duro para pagar un seguro médico privado cuando puedes esperar meses para una cita con un especialista? Es la lógica del mínimo esfuerzo en su máxima expresión.

Y no olvidemos el tema de la vivienda. La idea de que todos merecen una casa es noble, pero no realista. Los programas de vivienda subsidiada han demostrado ser un fracaso, creando guetos modernos y perpetuando la dependencia del estado. Pero, ¿quién necesita propiedad privada cuando puedes vivir del gobierno?

La política de fronteras abiertas es otro ejemplo de generosidad mal entendida. Permitir la entrada sin control de inmigrantes no solo es un riesgo para la seguridad nacional, sino que también sobrecarga los servicios públicos. Pero, claro, es más fácil acusar de xenofobia a quienes defienden la legalidad y el orden.

El medio ambiente es otro campo donde la generosidad se ha salido de control. Las políticas verdes extremas están destruyendo empleos y encareciendo la energía. Todo en nombre de salvar el planeta, mientras que los principales contaminantes del mundo siguen haciendo de las suyas sin restricciones.

La redistribución de la riqueza es la joya de la corona de esta generosidad progresista. La idea de quitarle a los ricos para darle a los pobres suena justa, pero en realidad desincentiva la innovación y el esfuerzo. ¿Por qué esforzarse si el gobierno va a quitarte lo que has ganado con tanto trabajo?

Finalmente, la cultura de la cancelación es el colmo de esta generosidad mal entendida. En lugar de fomentar el debate y la diversidad de ideas, se opta por silenciar a quienes piensan diferente. Porque, al parecer, la libertad de expresión es solo para aquellos que repiten el mismo discurso.

En resumen, la generosidad sin límites es una trampa que nos lleva a la ruina. Es hora de despertar y darse cuenta de que no todo lo puedes dar sin consecuencias. La responsabilidad personal y la autosuficiencia son valores que deben ser rescatados antes de que sea demasiado tarde.