Wojciech Giertych: La Voz Conservadora en el Vaticano que Genera Ampollas

Wojciech Giertych: La Voz Conservadora en el Vaticano que Genera Ampollas

Os sorprenderá saber que Wojciech Giertych, un sacerdote dominico polaco, se ha convertido en una figura clave dentro de la arena más conservadora del Vaticano desde 2005.

Vince Vanguard

Vince Vanguard

Os sorprenderá saber que Wojciech Giertych, un sacerdote dominico polaco, se ha convertido en una figura clave dentro de la arena más conservadora del Vaticano desde 2005. ¿Quién hubiera pensado que este hombre estaría ayudando a dirigir el pensamiento moral de la Iglesia Católica mientras el mundo parece moverse en una dirección opuesta? Desde su posición como Teólogo de la Casa Pontificia, Giertych ha arropado la fe tradicional con sus valores imperecederos mientras otros se apresuran a reformarla.

Para comprender a Wojciech Giertych, primero hay que entender su función. Como asesor teológico directo de los tres últimos papas, es decir, Benedicto XVI, Francisco y, anteriormente, Juan Pablo II antes de asumir oficialmente su rol actual. Su influencia sobre la moralidad, basada en doctrinas inamovibles, se extiende por todas las esferas de la Iglesia. Estas doctrinas no son meros dogmas arcaicos, sino verdades que él considera inmortales y por las que está dispuesto a defender incluso en medio de la controversia.

El primero de estos puntos es su postura sobre la familia. Giertych sostiene que el matrimonio es una unión sagrada entre un hombre y una mujer, una visión que algunos tacharían de anticuada, pero que él marca como la base del orden moral y social. Esta visión no solo es un mandato celestial, sino un escudo que protege a la sociedad del caos moral que surge cuando se ignoran estos principios fundacionales.

Un segundo aspecto es su enfoque hacia el aborto; Giertych clasifica la práctica como uno de los pecados más graves de la humanidad. En un tiempo en el que el debate sobre el derecho al aborto se intensifica, él ofrece una perspectiva firme que no da lugar a concesiones. Para Giertych, cada vida es un regalo de Dios, y cada aborto es una derrota para la humanidad. Su firmeza en este tema desafía cualquier intento de diluir la postura oficial de la Iglesia sobre el asunto.

La tercera faceta es su resistencia ante las tendencias ideológicas de género modernas. Según él, estas tendencias no solo son confusas, sino también peligrosas para el núcleo familiar tradicional. Desde su punto de vista, el reconocimiento de una multitud de géneros sólo siembra discordia y complejidad innecesaria en la vida religiosa y familiar. Es una batalla en curso, y Giertych no muestra signos de rendirse.

Cuarto, su entendimiento de la libertad religiosa. Giertych considera que la verdadera libertad en el ámbito religioso no es la libertad de elegir cualquier creencia, sino la capacidad de vivir en armonía con las leyes de Dios. Para él, la libertad no es un cheque en blanco; está circunscrita por la obligación de adherirse a la enseñanza divina, un concepto que a menudo se pasa por alto en la búsqueda de una 'aceptación inclusiva'.

El quinto aspecto es su uso del conocimiento teológico como base para cada decisión moral. Es sabido que confía profundamente en las escrituras y creencias tradicionales, lo que para algunos es una reclusión en el pasado pero, para Giertych, es una guía inequívoca y luminosa para el futuro.

Hablando del papel de las mujeres en la Iglesia, Giertych ha sido también inquebrantable. Su posición, que puede ir en contra de las llamadas contemporáneas por la igualdad de género en la jerarquía eclesiástica, es que las mujeres tienen roles vitales aunque diferentes, que no necesariamente implican la ordenación sacerdotal. Para él, esto no es exclusión; es entender la divinidad del orden establecido.

El séptimo punto es su mirada crítica al relativismo moral, una tendencia que él considera subversiva para la doctrina católica auténtica. La idea de que cada quien pueda definir su verdad moral individual socava, a su entender, a la aceptación universal de una moralidad objetiva transmitida por Dios.

En octavo, Giertych defiende a capa y espada la significación del pecado. Argumenta que la comprensión moderna del pecado está peligrosamente diluida, al punto de pasar por alto la gravedad del distanciamiento entre el ser humano y Dios. A su parecer, si el pecado se relativiza, toda estructura moral se debilita.

Noveno, está su enfoque en la educación religiosa, que considera como una herramienta cardinal para inculcar valores morales en los jóvenes. Giertych mantiene que sin una base religiosa sólida, las futuras generaciones estarán desprovistas de una brújula moral firme. Es un llamado a la educación tradicional, una que no vacila ante el juicio secular.

Finalmente, Giertych descree del silencio político cuando se trata de asuntos morales. Insiste en que la fe debe ser vocal y activa en la política para detener la avalancha de leyes y normas que amenazan con corroer la moral pública.

En una era marcada por el relativismo y la secularización, Wojciech Giertych permanece como un pilar que no teme defender lo que muchos necesitarían recalibrar en su brújula ética. Así es como la ideología conservadora sigue viva y dando batalla, al tiempo que desafía y, sí, tal vez molesta a aquellos que buscan un cambio en teorías que han estado vigentes por siglos.