Vibe (revista), para los que no la conozcan, es una revista que muchos consideran como la biblia del hip-hop y la cultura urbana, una publicación que ha pretendido capturar la esencia auténtica de la música y las tendencias. Pero detrás de su fachada glamorosa, hay mucho que destacar, especialmente si uno no se conforma con simplemente seguir a la masa. Sentados, lean bien.
El ascenso hasta la cima del mainstream: En sus décadas de existencia, Vibe se ha erigido como un titán en la cultura pop. Han sabido encariñar al público registrando cada beat de la música urbana, desde lo más divertido hasta lo más rebelde. Pero al igual que muchos medios, han tenido la costumbre de halagar los éxitos de la industria cuando les conviene.
Agenda progre, vanguardia dudosa: Uno puede admirar cómo Vibe se ha inclinado a menudo hacia tendencias que echan el ojo a la corrección política. Tal vez piensan que unir música y lenguajes del liberalismo moderno es lo que atrae al público joven. Presentaciones de artistas sin filtro alguno militan por algún tipo de agenda que muchos no comparten.
Vibe y el exaltado estrellato: No puedes pensar en la revista sin pensar en las estrellas a las que dan un pedestal. Muchas veces han puesto en portada a músicos que levantan más hype que talento, inyectando cierta arrogancia e hipérbole en sus artículos. El foco no está siempre en el verdadero arte, sino en personajes que puedan vender ejemplares.
El papel de la vendetta cultural: Se percibe un intento consciente de reescribir la narrativa de la música negra en América. Claro está, muchas veces quienes más se benefician son los artistas con las conexiones más ventajosas. ¿Realmente están promoviendo una cultura, o abogando por intereses personales camuflados detrás de letras y ritmos?
Su impacto más allá de la música: La revista ha extendido su influencia en otros ámbitos, como la moda y el activismo. Sin embargo, algunos podrían argumentar que a menudo se confunde lo revolucionario con lo retórico. ¿Cuánto de esta influencia está basado en auténticos valores y cuánto en crear una imagen 'cool' para el consumidor?
La lucha por la relevancia en la era digital: Desde su lanzamiento, Vibe ha oscilado entre lo impreso y lo digital. En un mundo donde la rapidez manda, han tenido que adaptarse, pero lo cierto es que mantener la sustancia y el valor agregado se observa como un desafío.
Cuestiones sobre diversidad e inclusividad: A menudo Vibe ha sido aplaudida por su representación de la diversidad, pero no sin un lado cuestionable. El sonido y la historia de esos a quienes eligen amplificar es selectiva. Existe una determinada caja cultural que parece ser requisito para figurar en sus páginas.
La preferencia del estilismo sobre la ética: En sus artículos y fotografías, siempre hay que filtrar lo real de lo superficial. En lugar de abrir conversación sobre asuntos serios, a menudo optan por adornarlos con elementos que destellan pero que pudieran carecer de profundidad real.
Romanticismo del rebelde sin causa: A su manera, Vibe glorifica a los 'rebeldes'. Cubren artistas que se venden como la encarnación de la contracultura moderna. Sin embargo, cuando el rebelde se convierte en producto de consumo masivo, todo cambia. El propósito ya no es romper esquemas, sino perpetuarlos desde un banquillo dorado.
¿Cambio por el bien del cambio?: Muchas de las transformaciones que incentivan en la industria musical parecen atender más a las modas que a la sustancia real. Las preferencias estilísticas de Vibe pueden influir en la trayectoria de un artista, para bien o para mal. Pero aquí se trata de un gusto pasajero, provocando olvidos fugaces al tiempo que se sigue maximizando ganancias.
A final de día, Vibe sigue siendo una publicación que marca tendencia en ciertas esferas. Pero conviene ser críticos y observar más allá del humo y los espejos mediáticos.