Río Upa: La Corriente que No Quiere Ser Olvidada

Río Upa: La Corriente que No Quiere Ser Olvidada

El río Upa, ubicado en Sudamérica y conectado al inmenso Orinoco, es un caudal ignorado en las políticas ambientales modernas. En este texto, descubrirás por qué este río merece más atención y cómo refleja nuestra desconexión actual con el entorno natural.

Vince Vanguard

Vince Vanguard

Imagínense un río que aparece en los mapas y luego desaparece como las promesas de los políticos antes de ser electos. El Río Upa, una modesta pero intrigante corriente de agua en Sudamérica, yace principalmente en lo que hoy llamamos Colombia, y en territorio también disputado entre el Brasil y la Venezuela. Este río ha sido testigo de más historias de las que los libros de texto jamás relatan, aunque, realmente y para ser francos, a nadie más parece importarle. El Upa es ese primo lejano en la familia hidrográfica de América Latina: todos saben que existe, pero rara vez alguien habla de él. ¡A menos, claro, que haya un motivo bastante jugoso!

Implementado en el sistema hidrográfico de la región, el Río Upa es parte del gran entramado de corrientes que fluyen hacia el Orinoco. Pero aquí es donde comienza la aventura y las aguas complicadas. Resulta que el Upa tiene una longitud relativamente modesta; es el río que fluye solo cuando le place, parecido a un adolescente: enérgico cuando quiere, ausente cuando luce.

Se dice que el nombre "Upa" proviene de antiguas leyendas indígenas, y quizás tenga algo de razón. Porque, aguantar en tiempos donde las políticas geográficas se dividen aguas, tierras y cielo, no es cualquier cosa. Lo más sorprendente es cómo siendo tan pequeño recorre tal complejidad de tierras en la Amazonía, siendo el pequeño eslabón entre las grandes amistades del Amazonas y el Orinoco. Uno podría pensar que un lugar con tanto potencial hidrográfico debería ser un paradigma de la ingeniería y conservación ambiental. Pero no, no bajo los mandatos progresistas, que insisten en ignorar lo que realmente necesita atención.

La falta de interés en estructuras tan idílicas como el Upa es solo un reflejo de cómo se manejan las cosas en algunos círculos: el río Upa fue dejado a su suerte, al igual que muchos otros ríos menos favorecidos. Y a nadie parece importarle porque, admitámoslo, quien no figura en las portadas pocas veces consigue un ticket para entrar a lo “prioritario” de la burocracia internacional.

Y no es que el río Upa tenga la culpa. ¡Con todo y su discreta longitud! Sería como culpar a la cocina por no automáticamente preparar una cena gourmet porque tú no te desempeñaste como chef. El entorno natural del Upa podría ser utilizado para investigaciones académicas; su biodiversidad podría inspirar a aquellos que dicen amar el ambiente con acciones reales, pero al parecer tiene una falta considerable de entusiastas en tiempos donde la virtud se mide más por las metas políticas que por la conservación real.

¿Quién recuerda el Upa? No los que redactan leyes para el medioambiente, probablemente. El manejo de nuestros recursos fluviales permanece siempre bajo la lupa de intereses fragmentados. Sin embargo, el río Upa resiste, aunque sea como un mero susurro en el gran coro de ríos que el continente podría presumir. Éste es un llamado a aquellos que priorizan el flash sobre la esencia, aquellos conmegafoneando la palabra ‘cambio’ mientras dramas reales como el Upa realistamente se desvanecen en la lista de pendientes por atención.

Este río es un microcosmos dentro de un macrocosmos burocráticamente olvidado. Ante el abandono y la indiferencia, quizás lo que falte realmente es una revitalización del sentido común. ¿Debemos preguntarnos por qué tanto alarde ecológico cuando ríos como el Upa agonizan lentamente sin que nadie, ni los más ruidosos activistas pronuncien su nombre?

Quizás sea hora de abrir la boca menos y oír más, entender que conservacionismo no significa lanzar una guitarra al fuego esperando que suene como música. Porque aquí, en esta sección del continente, hay esfuerzos más allá de una pantalla que urgentemente aguardan el momento en que prestemos atención.

Hablemos del río Upa, que tan fácilmente se desliza en silencio, como una anécdota en la gran historia ecológica, que parece continuar siendo escrita sólo por y para los que en gran medida ya han perdido el contacto con las necesidades urgentes en la periferia.

El Río Upa bien podría convertirse en aquella chispa de conciencia real entre quienes decidan darle el valor que merece. Cuando las aguas del Upa se incluyan en el debate, solo entonces quizás empecemos a ganar credibilidad en nuestras políticas ambientales. Hasta entonces, todo parece ser eco de promesas vacías, como aquellas que se riegan en las grandes conferencias, pero que chorrean sin dirección como gotas malgastadas de recursos naturales que realmente necesitamos saber cómo conservar.