Si crees en los cuentos de hadas, esta historia no es para ti. En la noche frígida de enero de 1982, Kathie Durst, esposa del magnate inmobiliario Robert Durst, desapareció sin dejar rastro en el estado de Nueva York. Un matrimonio aparentemente ideal ocultaba un pozo sin fondo de oscuridad, manipulaciones y secretos que desafían la imaginación. La historia se lee como un thriller hollywoodense pero es escalofriantemente real.
Kathie Durst era una joven estudiante de medicina llena de vida y ambición. Se casó con Robert Durst en 1973, pero lo que parecía un prometedor cuento de amor se convirtió rápidamente en una pesadilla. Robert, el enigmático heredero de una influyente dinastía inmobiliaria de Nueva York, era un hombre rodeado de misterio y un sinfín de problemas personales.
Ya desde el primer acto, Robert mostró signos de ser algo más que el multimillonario problemático que al principio parecía. Kathie intentó dejar atrás la relación al notar comportamientos erráticos y abusivos de su parte. Pero como a menudo pasa en realidad —no en las idealizadas versiones divulgadas por los medios progresistas— las víctimas de abuso no siempre pueden escapar ilesas o en libertad.
Tras su desaparición, la historia de Kathie sacudió rápidamente los titulares, pero con el tiempo, el caso quedó envuelto en el manto del olvido y el poder del dinero. Las investigaciones iniciales fueron irregulares, y Robert, con su insidiosa influencia, logró eludir el lente de la justicia durante décadas. Sin el cuerpo de Kathie ni evidencias contundentes, el caso parecía condenado a permanecer en el limbo de los archivos sin resolver.
Pero la historia de Kathie Durst no termina simplemente con su desaparición. Casi dos décadas más tarde, Robert se convirtió una vez más en el centro de atención cuando su vecina, Susan Berman, fue encontrada muerta en su casa de Benedict Canyon, California, en 2000. Berman era una amiga cercana de Robert y habría sabido más de lo prudente sobre el destino de Kathie.
Como la cuerda que finalmente tira de un hilo incontrolable, el asesinato de Susan desencadenó una serie de eventos que llevaron a renovar el interés en el caso de Kathie. ‘The Jinx’, una serie documental de 2015 en HBO, presentó un sorpresivo giro cuando Robert Durst, micrófono abierto, aparentemente confesó su participación en los crímenes tras bastidores. Imagínense el horror de descubrir que años de injusticia podían haber sido resueltos mucho antes si no fuera por todas esas trabas, distracciones y justificaciones que los liberales siempre parecen encontrar.
Los eventos que rodearon la desaparición de Kathie y el comportamiento subsiguiente de Robert son un recordatorio escalofriante de cómo el poder y el dinero pueden corromper el sistema judicial, una realidad indignante que va más allá de la imaginación del ciudadano común. Las miniseries y los espectaculares giros dignos de una novela de crimen noir no hacen justicia al dolor real y desperdigado que eventos como estos representan para quienes tienen que vivirlos de cerca.
La historia de una desaparición podría parecer demasiado cercana a un cliché cuando la protagonista es la esposa de un acaudalado multimillonario. Mas la realidad es que Kathie fue una víctima de un sistema roto, donde el poder—quizás más que la justicia—resuelve los problemas. El nombre de Robert Durst resonará en los anales de la historia criminal, no simplemente por sus actos atroces, sino por cómo logró desafiar y burlarse del sistema tanto tiempo.
Así que la próxima vez que escuchemos acerca de un caso irresoluto donde el desaparecido es tal vez una simple ama de casa, una joven madre, o una estudiante, pensemos en Kathie Durst y cuánta verdad se esconde tras la fachada de tantas historias no contadas. Hay lecciones aquí para quienes realmente quieren escuchar; no solo alrededor del crimen y el castigo, sino sobre la clase de justicia que realmente prevalece cuando nadie está mirando. Quizás, después de todo, los cuentos de hadas son más necesarios ahora que nunca para ocultar la grotesca realidad.