Desde una esquina pintoresca en el corazón de Midtown, donde parecería más sensato disfrutar de un café que buscar justicia, surge el Tribunal Comunitario de Midtown. Una creación reciente, en 2023, de aquellas mentes que creen que reemplazar las instituciones tradicionales con ideas 'novedosas' es el camino hacia el progreso. Pero, ¿quiénes son, qué hacen y, más importante aún, qué están logrando realmente?
Eliminar el sistema tradicional es la misión aquí, presentado como un medio para 'empoderar' a la comunidad. El Tribunal Comunitario de Midtown es un experimento donde aquellos que, supuestamente, saben más que todos nosotros, deciden que la comunidad debería resolver sus propios conflictos, alejándose deliberadamente de la ley formal. Aquí es donde lo político se mezcla con lo comunitario en un cóctel explosivo.
La primera señal de alarma aparece cuando los casos son decididos no por jueces experimentados, sino por un grupo de vecinos entusiastas. Incidentes y desacuerdos menores, que antes se resolverían en un tribunal municipal, ahora caen en manos de 'mediadores comunitarios'. Aunque la idea puede sonar atractiva para algunos, en realidad, socava el principio fundamental de una justicia imparcial.
Dicho tribunal surge bajo la bandera del progreso social, defendido por aquellos que creen que las instituciones existentes están plagadas de prejuicios. Pero, por desgracia, el tribunal comunitario típicamente rebaja el sistema a un nivel inaceptable. Se nos vende como una forma de empoderamiento cuando, de hecho, ignora las raíces de una justicia imparcial y organizada.
Y hablemos de la capacitación, o la falta de ella, de estos mediadores. ¿Cuántas horas de entrenamiento son necesarias para que un ciudadano común pueda manejar disputas legales de manera efectiva? El 'entrenamiento exprés' de unas pocas horas parece cómico si se compara con los años de educación que requieren los abogados y jueces.
Más absurdo aún es el hecho de que muchas decisiones del tribunal no tienen repercusiones legales. Los penalizados pueden simplemente ignorar las decisiones. ¿Dónde queda entonces la efectividad de este tribunal comunitario, si quien rompe las reglas puede salir impune sin repercusiones reales?
Además, surge la pregunta de la confidencialidad. En un tribunal tradicional, la protección de la privacidad de las partes es clave. En un tribunal comunitario, el ámbito reducido implica que los asuntos privados pueden volverse, rápidamente, temas de conversación en la panadería local. Uno se pregunta, ¿qué tan cómodo se sentiría discutiendo asuntos personales de manera semi-pública?
Revisemos la preocupación del sesgo. Cuando los casos son juzgados por aquellos que pueden ser tus vecinos, amigos de tus vecinos, o tal vez la persona que atiende en la tienda de la esquina, los conflictos de intereses son inevitables. ¿Pueden realmente estas personas ser justas y imparciales?
Evidentemente, algunos creen que esta experimentación de justicia comunal es una solución mágica para un sistema que, de hecho, necesita ajustes. Pero la solución no está en destruir lo que funciona – sino en mejorarlo. La justicia comunitaria parece más un paso hacia la anarquía disfrazado de avance social.
Por otro lado, poner en la mano de personas sin experiencia real la responsabilidad de impartir justicia no mejorará nuestra sociedad; por el contrario, podría empujarla hacia una deriva caótica. Lo que describe el tribunal de Midtown es más un espectáculo que una institución seria, donde las reglas están hechas para romperse y la seriedad se deja en el umbral.
Es casi irónico que las personas que promueven estas ideas piensen que los tribunales tradicionales, a menudo señalados por los 'liberales' como imparciales o injustos, puedan ser reemplazados por estos precarios consejos ciudadanos.
Al final del día, nos encontramos con una institución que quizás haya sido ideada con buenas intenciones pero que, desgraciadamente, carece de la estructura, la experiencia y la autoridad necesaria para servir verdaderamente a la comunidad. El Tribunal Comunitario de Midtown se erige como un ejemplo perfecto de cómo los conceptos innovadores, si no se manejan adecuadamente, pueden hacer más daño que bien.