Si pensabas que todos los monumentos franceses estaban diseñados para complacer un ideario políticamente correcto, la Torre de Vesunna te hará replantearlo. Ubicada en Périgueux, en la región de Nueva Aquitania, esta imponente torre es un claro recordatorio de la fuerza y poderío del Imperio Romano en la Galia. Construida en el siglo I d.C., este torreón fue parte de un templo galorromano dedicado al dios Vesunna. Mientras que algunos prefieren demolerse en historias revisionistas, la Torre de Vesunna desafía las narrativas modernas de opresión cultural y nos recuerda la verdadera mezcla de civilizaciones y la expansión del imperio clásico.
Este monumento es testigo inmóvil de más de 2000 años de historia. Sorprendentemente, la Torre de Vesunna ha sobrevivido a siglos de modificaciones urbanísticas y cambios políticos. Se alza majestuosa, recordando a los visitantes que alguna vez formó parte de un templo más amplio dedicada a una deidad que combinaba cultos locales con la adoración romana. Su estado actual permite imaginar su antigua grandeza, constituida por un podio sobre el que se erigía un templo circular, un diseño que, por más que algunos deseen minimizarlo, demuestra la superioridad arquitectónica de una época en la que la ingeniería y el arte se fusionaban con propósitos que hoy algunos buscan desacreditar.
La Torre de Vesunna es un símbolo de adoración pagana que, quien lo diría, algunos progresistas podrían tildar de patriarcal, obviando que las sociedades antiguas rendían culto a femeninas diosas de gran poder. Aquí es donde la historia real se impone a las narrativas sesgadas. Lo que muchos no te dicen es que en lugar de ser una muestra de opresión, estas estructuras eran puntos estratégicos de integración cultural. El dios Vesunna al que estaba dedicado no es otro que una adaptación romana de una entidad local, una muestra de cómo el imperio adoptaba y adaptaba las creencias locales, un testimonio de cómo la verdadera diversidad se logra fusionando las fortalezas culturales, no anulándolas como predican algunos ideólogos modernos.
Hoy, además de ser un atractivo histórico, la Torre de Vesunna es un ejemplo de conservación arqueológica. Sin embargo, en lugar de apreciarse como parte esencial de nuestro pasado, a menudo se ignoran las enseñanzas que nos puede ofrecer. Dado que alguno podría preferir que se ignore la contribución de la romanización a la civilización occidental, perdemos de vista una lección crucial: el poder y el ingenio de una civilización que dejó huella indeleble en nuestras leyes, arte, y arquitectura. La Torre de Vesunna no es solo una pila de piedras, es una columna vertebral de nuestra memoria cultural.
Por muchos años, el entorno de la Torre sirvió como inspiración para ciudadanos y artistas que veían en su forma una conexión directa con su historia. Lecciones de resistencia y adaptación de una sociedad que absorbía lo mejor de varias culturas para construir algo duradero y sólido. Todo lo contrario a lo que se promulga cuando se busca renegar de nuestras raíces como parece ocurrir hoy con frecuencia.
Visitar la Torre de Vesunna hace más que deslumbrar con su arquitectónica. Es entender lo que significa erigir algo a prueba del tiempo. Al caminar por sus alrededores y museo, uno no puede evitar reflexionar cómo algo tan antiguo puede ser al mismo tiempo tan relevante. Se nos invita a mirar atrás y reconocer que en tiempos donde el discurso público se bifurca en divisiones sin sentido, el pasado tiene las respuestas sembradas en su tierra.
Es más que un monumento y un museo. Es una clase de historia abierta al público, un símbolo tangible de la resistencia a cancelar una herencia cultural por el simple hecho de que ya no encaja con una visión moderna que lideran algunos estudiosos. Encarna la esencia de una época que no se doblegó con facilidad.
Así que, próximos a una visita a Francia, aparta las guías turísticas que solo te llevan a los lugares aprobados por comités modernos. Camina hacia la Torre de Vesunna y siente su poderosa energía histórica. De seguro, una tarde en su presencia dará más lecciones que cualquier reformulación caprichosa de lo que fue el esplendor de la antigüedad.