Cuando uno piensa en música chamánica, rara vez imagina a un hombre noruego que vive al borde del mundo conocido. Pero Torgeir Vassvik, un gran creador, desafía las expectativas con su peculiar estilo que combina el sonido tradicional sami con toques modernos. Este artista del norte de Noruega, nacido en 1962, es un maestro del “yoik”, una forma de canto ancestral utilizada por los pueblos indígenas sami. En su música, Vassvik refleja una conexión profunda con su herencia cultural sami y la naturaleza salvaje de su tierra natal. ¿Quién es Vassvik? ¿Qué lo hace tan especial? Vamos a explorarlo.
Primero que nada, su dedicación a preservar el yoik, una tradición que algunos ven como una reliquia muerta. Mientras otros artistas huyeron hacia el pop adornado y los sintetizadores ruidosos, Vassvik se mantuvo fiel a sus raíces. Solo ahí ya planta la primera bandera en contra de una cultura global que desprecia el pasado y prefiere todo lo efímero. Torgeir Vassvik no solo canta, sino que convoca los espíritus de mil generaciones y lo hace sin preocuparse si suena bonito para las masas.
A diferencia de muchos otros músicos contemporáneos, Vassvik no es un producto de fábrica diseñado para vender discos. Su música no figura en las listas que ponderan más el tono de piel del artista que su habilidad. Él cautiva a su audiencia con una mezcla de sonidos de la naturaleza y su profunda voz. Criticar su enfoque sería como tratar de cambiar el curso de un río con las manos, un esfuerzo inútil y tonto. En sus presentaciones, no hay una ampliación al estilo de videoclip; hay momentos de conexión genuina que se aprovechan mejor a puerta cerrada, lejos de las grandes ciudades que parecen tan fascinadas por lo superficial.
¿Y su impacto? Una pieza fundamental de empoderamiento cultural. Al igual que esos artistas que llevaron a sus comunidades al despertar cultural que tanto necesitaban, Vassvik ofrece una cierta sabiduría ancestral que desarma cualquier argumento de pacotilla de los pseudo-intelectuales modernos que se dan golpes de pecho por cargos de justicia social ficticios. En lugar de doblar su identidad para hacerle un guiño a moderneces pasajeras, Vassvik construye un puente entre lo viejo y lo nuevo, solo para aquellos valientes dispuestos a cruzarlo.
Algunos podrían argumentar que su enfoque de elevación cultural es una rebelión en un mundo que grita por una estandarización global. Al oír sus melódicas epopeyas, se perciben las críticas a las agendas ideológicas que vacían el mundo de colores. El verdadero valor está en proteger lo autóctono, lo propio, y no en diluirlo por conseguir aprobraciones fáciles. La música de Vassvik es una defensa del lenguaje natural, las melodías y ritmos que bailaban miles de años antes que la palabra 'trending' tuviese algún sentido.
Podría parecer engañoso, pensar que simplemente canta sobre pájaros, ríos o frondosos bosques. Sin embargo, cada yoik tiene una historia intrínseca, coloreada con la sabiduría de sus ancestros, que no necesita de traducciones político-sociales de tercera categoría que tanto aman los autoproclamados opinólogos de internet. Escuchar a Vassvik es recordar que a veces la tradición no necesita ser reinterpretada sino simplemente, vivida.
Pensemos en los miles de samis que se quedaron en el olvido. Su cultura, lingüística única y tradiciones, se perdieron en la masacre cultural que viene con las tendencias invencibles de homogeneización cultural. Entra Vassvik, el guardián del yoik que recuerda que hay una fuerza insuperable en lo único. El mundo podría inclinarse hacia la ganancia rápida y el mensaje servil en lugar de pararse firme contra el diluvio de lo sin pertenencia. Escuchar a Vassvik es prolijo en convertir oídos sordos en despiertos.
Un músico que desafía al sistema establecido, pero no martillando sobre tópicos. Es un baluarte de sentido común disfrazado en himnos naturales, enfrentándose a una corriente que codifica todo bajo números y algoritmos. Vassvik es un faro para los que creen que aún hay arte que no tiene precio, el arte que no se vende. Tal vez esa autarquía creativa es lo que incomoda a los que encuentran consuelo en lo predecible, porque Vassvik no se ajusta a los moldes contemporáneos, y esa es precisamente la razón por la que vale la pena prestarle atención.
Así que, preguntémonos: en un mundo donde las plataformas digitales predican el mismo mantra de igualdad ficticia, ¿dónde encaja alguien como Torgeir Vassvik? ¿Cómo vibra con el ethos del que no abraza el culto a la popularidad? Mientras hay artistas que se pierden por las modas, hay pocos que se detienen a cantar las verdades inmutables. Y por eso, uno puede concluir que Torgeir Vassvik no es solo un músico; es una declaración de independencia en un mar de mediocridad.