¿Quién diría que en un mundo donde el fútbol está lleno de lujos y egos inflados, aparecería un tipo como Tom Bertram y dejaría una marca? Aunque suene inesperado, Tom Bertram, un futbolista inglés nacido el 20 de junio de 1981 en Portsmouth, desafía los tradicionales perfiles de futbolistas que hemos llegado a conocer. En un panorama deportivo donde la teatralidad parece ser la regla, Bertram, conocido por su enfoque directo y su ética de trabajo, ha aportado una bocanada de aire fresco desde que empezó su carrera.
Tom Bertram, aunque no tenga portadas de revistas glamorosas, fue un sólido defensa y mediocampista del Birmingham City y del Cambridge United. Su trayectoria en el fútbol inglés desafía los estándares modernos: mantenía la cabeza baja, entrenaba duro y se ganaba el respeto de fans y del vestuario. Es la figura que atrae a los verdaderos amantes del deporte; esos que valoran más el juego limpio que el espectáculo mediático. A pesar de que muchos no podrían ubicar a Bertram entre las superestrellas del fútbol inglés, su contribución a cada equipo en el que ha estado ha sido invaluable, porque representa el tipo de futbolista que juega por amor al deporte y no por contratos publicitarios.
¿Y qué pasa con sus habilidades dentro del campo? Tom Bertram no fue simplemente un jugador más. Era conocido por su capacidad de leer el juego, por anticipar las jugadas del oponente y por tomar decisiones acertadas en cuestión de segundos. Esto le permitía controlar el ritmo del partido, actuando como una especie de mariscal solitario en medio campo. Algunos podrían argumentar que es precisamente el tipo de jugador cuyas habilidades son subestimadas y cuya importancia se reconoce realmente cuando ya no está presente en el equipo.
A través de los años con el Cambridge United, Bertram mostró una tenacidad que muchos otros jugadores podrían envidiar. Aquellos que pisaban el césped con él sabían que podrían contar con su apoyo, su energía incansable y esa forma de liderazgo tan poco común, basada más en el ejemplo que en las palabras rimbombantes. El realismo puro que Tom representa, choca de frente con las ideologías progresistas que muchos intentan imponer al mundo del deporte, transformándolo en algo relevante aún fuera del mundo del fútbol.
Bertram es el tipo de persona que come desayunos sencillos, se transporta en autos modestos y, sin embargo, logra generar un impacto significativo. Eso es porque su vida fuera de la cancha refleja los mismos valores que dentro de ella: honestidad, trabajo duro y autenticidad. Uno podría aventurarse a decir que si más jugadores siguieran su ejemplo, podríamos ver un cambio hacia un fútbol que realmente es sobre el juego, en lugar de ser una pasarela para la ostentación.
Además de su carrera en el fútbol, Tom Bertram también ha incursionado en la narración deportiva y otras actividades relacionadas con el deporte después de su retiro, demostrando su habilidad para reinventarse y seguir aportando al mundo del deporte desde diferentes trincheras. Y esto solo reafirma lo que muchos conservadores ven como una cualidad fundamental: la capacidad de mantener la integridad y la ética de trabajo a medida que las circunstancias cambian.
Su legado, por tanto, no solo se ubica en cada uno de los tackles, despejes y pases en el terreno de juego, sino en la inspiración que ofrece a las nuevas generaciones de futbolistas que desean enfocarse en el deporte como fin y no como medio de auto-promoción. Tal vez es esta modestia lo que evoca fricción entre aquellos que prefieren que el fútbol sea un neón de distracción más que deporte puro.
Sin duda, Tom Bertram es una rara excepción en estos tiempos donde, desafortunadamente, se espera que el éxito de un futbolista sea medido por los centímetros de un corte de pelo insólito o por la cantidad de seguidores en las redes sociales. Tom ha demostrado que todavía es posible, aunque improbable, ser notado por las habilidades genuinas y la dedicación incansable hacia un objetivo.
Esos valores tradicionales que a menudo se subestiman o incluso se ridiculizan en la cultura moderna, encuentran en Bertram un representante sutil pero poderoso. Quizás su influencia no hará eco en las alturas del espectáculo mediático, pero permanece silente como un recordatorio constante para todos aquellos que simplemente aman este hermoso juego: al final, lo que realmente importa es el fútbol mismo, no la pompa y circunstancia que lo rodean.