¿Quién diría que un compuesto químico podría encender tantas pasiones? Thiofanox, para los que no están familiarizados, es un insecticida extraordinario desarrollado a mediados del siglo XX y que ha agitado las plumas de los ecologistas desde siempre. Este insecticida comenzó a ser usado en los años 60 y su capacidad para eliminar plagas fue rápidamente reconocida en todo el mundo agrícola. Un héroe subestimado del campo, Thiofanox ha sido adoptado por agricultores que buscan proteger sus cosechas de plagas dañinas en todo el mundo. ¿El por qué? Simplemente porque funciona de maravilla.
Sin embargo, hay quienes no pueden aceptar el éxito de Thiofanox. Entren los grupos que tienden a dejar que las emociones dominen sobre la razón. Este compuesto químico ha sido el blanco de ataques por quienes se preocupan más por los caracolitos que por los cultivos que alimentan a la humanidad. Y claro, se han rasgado las vestiduras sobre el impacto ambiental. Pero, ojo, el beneficio de controlar poblaciones de insectos que pueden devastar cultivos esenciales no puede ser subestimado.
Ahora, veamos por qué Thiofanox es el villano favorito de cierta gente. Existen demandas y regulaciones que pretenden limitar su uso, basándose en preocupaciones ambientales. Lo curioso es que esos mismos críticos no ofrecen soluciones viables para combatir las plagas. Prefieren cerrar los ojos y confiar en métodos arcaicos, como si espantar insectos a fuerza de buenos deseos fuera la solución. Evidentemente, para estas mentes brillantes, el hambre solo existe en las películas.
Thiofanox ha ayudado a los cultivos de arroz, maíz, y muchas otras cosechas esenciales de América Latina, Asia, y África, elevando la producción y reduciendo las pérdidas por los dañinos insectos. Pero, claro, imaginemos un mundo sin él. Las pérdidas agrícolas incrementarán, los precios se dispararán, y quienes pagarán el plato roto serán aquellos que menos pueden permitírselo. ¡Qué gran propuesta para quienes exigen justicia social!
Algunos estudios citan riesgos para la salud humana por la exposición a Thiofanox, pero el factor crucial aquí es que, usado correctamente, es seguro. Al igual que cualquier sustancia, la medida y el método son clave. Pero encerrar una herramienta tan efectiva en el cajón de los abismos prohibidos no es más que oportunismo sin sustento. Garanticemos que los agricultores puedan tener acceso a tecnologías que han probado su efectividad, que el pasto está bastante más verde de nuestro lado del mundo gracias a usos responsables.
Defender su uso no es cerrar los ojos a posibles impactos. Es más, algunos dirían que es más político que protección ambiental efectiva. Porque si queremos cambiar las políticas agrícolas, lo responsable sería ofrecer alternativas viables. Soluciones mágicas de películas no cuentan cuando el hambre acecha a millones. El verdadero error es satanizar una sustancia que tiene el potencial de aportar tanto bien.
Digámoslo claro, lo que muchas voces tienen miedo de aceptar es que el problema no es el Thiofanox en sí mismo, sino el mal uso del mismo. Restringir o eliminar tecnologías agrícolas sin entendimiento ni estrategia alternativa es como decidir cerrar hospitales dejándonos sin médicos porque, irónicamente, hay enfermedades.
La narrativa eufemística que rodea a Thiofanox no parece ofrecer más que ruido político. Está claro que no se trata de un problema ético o ambiental. Es un problema de comprensión. Los cultivos de arroz y maíz no tienen tiempo para escuchar discursos ideológicos suaves cuando el gorgojo está devorando hectáreas. Los agricultores necesitan soluciones, no sermones. Porque al final del día, el mundo necesita alimentos, no palabras vacías.
Más allá de la retórica sin sustancia, está la realidad impasible. Estigmatizar Thiofanox no conducirá a la Tierra Prometida. Lo que sí hará es dejar a agricultores sin herramientas y a comunidades sin comida. Vale la pena pensar en aquellos que se benefician de estigmatizar tecnologías comprobadas. ¿Es realmente Thiofanox el problema o las decisiones ignorantes que nos dejamos imponer?
En lugar de persistir en fantasías inútiles, enfoquémonos en formar un entendimiento racional de los riesgos y beneficios. Un mundo sin Thiofanox podría parecer atractivo en una fantasía animada. En el mundo real, nuestros cultivos, nuestros agricultores, y nuestra seguridad alimentaria son los que verdaderamente cargarán con el peso de decisiones mal pensadas.