¡El Desastre de la Agenda Progresista!
En el mundo actual, donde la política se ha convertido en un espectáculo de circo, la agenda progresista está causando estragos. Desde que el presidente Biden asumió el cargo en enero de 2021, Estados Unidos ha sido testigo de un cambio radical hacia políticas que muchos consideran destructivas. En Washington D.C., la capital del país, se están tomando decisiones que afectan a todos los estadounidenses, y no precisamente para bien. ¿Por qué? Porque estas políticas están basadas en ideologías que priorizan lo políticamente correcto sobre el sentido común.
Primero, hablemos de la economía. La administración actual ha impulsado un gasto público descontrolado, lo que ha llevado a una inflación galopante. Los precios de los bienes básicos están por las nubes, y el ciudadano promedio está pagando el pato. ¿Recuerdan cuando llenar el tanque de gasolina no significaba vaciar la billetera? Esos días parecen ser cosa del pasado. La obsesión por una economía verde ha dejado a muchos trabajadores de la industria energética sin empleo, mientras que las promesas de empleos verdes aún no se materializan.
La seguridad también está en juego. Las políticas de fronteras abiertas han permitido un flujo incontrolado de inmigrantes ilegales. Esto no solo pone en riesgo la seguridad nacional, sino que también sobrecarga los servicios públicos. Las ciudades fronterizas están luchando por manejar la afluencia de personas, y el gobierno federal parece más interesado en proteger los sentimientos que en proteger a sus ciudadanos.
La educación es otro campo de batalla. Las escuelas están más preocupadas por enseñar teorías de género y revisionismo histórico que por preparar a los estudiantes para el futuro. La meritocracia está siendo reemplazada por una cultura de victimización, donde el esfuerzo y el talento son secundarios a la identidad. Los padres que se atreven a cuestionar este enfoque son etiquetados como extremistas, y sus voces son silenciadas.
La libertad de expresión está bajo ataque. Las grandes tecnológicas, en connivencia con el gobierno, están censurando voces disidentes. Si no estás de acuerdo con la narrativa oficial, prepárate para ser cancelado. La diversidad de pensamiento, que alguna vez fue un pilar de la democracia, está siendo erosionada por una cultura de cancelación que no tolera el desacuerdo.
La política exterior es un desastre. La retirada de Afganistán fue un fiasco que dejó a aliados y ciudadanos estadounidenses en peligro. La debilidad percibida de Estados Unidos en el escenario mundial ha envalentonado a adversarios como China y Rusia. La falta de liderazgo ha dejado un vacío que otros están ansiosos por llenar, y no precisamente con buenas intenciones.
La salud pública ha sido politizada hasta el extremo. Las decisiones sobre la pandemia se han basado más en el control que en la ciencia. Las restricciones arbitrarias han devastado pequeñas empresas y han infringido libertades individuales. Mientras tanto, los políticos que imponen estas reglas a menudo no las siguen ellos mismos, mostrando una hipocresía descarada.
El crimen está en aumento. Las políticas de "desfinanciar a la policía" han dejado a las fuerzas del orden sin recursos y a las comunidades sin protección. Las ciudades que alguna vez fueron prósperas ahora enfrentan tasas de criminalidad alarmantes. Los ciudadanos están atrapados en un ciclo de violencia del que parece no haber escapatoria.
La cultura está siendo reescrita. Las estatuas son derribadas, los libros son prohibidos y la historia es reescrita para ajustarse a una narrativa que busca dividir en lugar de unir. La identidad nacional está siendo desmantelada en nombre de una diversidad mal entendida que no celebra las diferencias, sino que las utiliza como arma.
La agenda progresista está llevando al país por un camino peligroso. Las políticas que se están implementando no solo son imprudentes, sino que también son insostenibles. Es hora de despertar y darse cuenta de que el rumbo actual no es el correcto. La historia ha demostrado que las ideologías extremas rara vez conducen a buenos resultados. Es momento de recuperar el sentido común y priorizar el bienestar de todos los ciudadanos.