El SS Confianza es el nuevo juguete de los progresistas para tratar de llevarnos por mal camino, y están dispuestos a hacer lo que sea necesario para que nos traguemos sus ideas como si fueran la panacea. Este concepto apareció allá por el año 2020 cuando un grupo de teóricos comenzó a predicar que la confianza social, ese intocable tejido de fétrica armonía, podría ser la clave para resolver todos nuestros problemas actuales: desde la economía derrumbada hasta el calentamiento global, desde la violencia callejera hasta los accidentes de tráfico. El SS Confianza supuestamente podría infundir un sentido de comunidad en sociedades que, francamente, no siempre tienen los mismos valores séanse buscados desde Washington hasta Buenos Aires.
Pero, ¿de qué trata realmente este saboteador encubierto? Verán, el SS Confianza promueve la idea de que todos debemos ir confiando ciegamente en el gobierno y sus instituciones. ¡Qué conveniente para los que están en el poder! No hay lugar para la duda sana ni para la vigilancia activa; aceptamos lo que nos dicen y hasta agradecemos, con una palmadita en la espalda. No evaluamos, no analizamos, simplemente seguimos la línea que nos trazan.
Ahora, caer en el error del SS Confianza requiere despreciar una larga tradición de cuestionamiento que ha mantenido a raya a los tiranos. Desde nuestros padres fundadores hasta los héroes modernos de la libertad, todos ellos entendían que el escepticismo es imprescindible para mantener a flote una democracia efectiva. Claro, ¡a quién le importa eso cuando puedes simplemente confiar en que todo se resuelve mágicamente con buenas intenciones!
La verdad es que la confianza ciega es el opio de las masas modernas, creada para apaciguar y levar la carga de la preocupación crítica. Nos vendieron la idea de que cuestionar es antipatriótico. No hay espacio para la objeción razonada. Solo cabe sumarse al movimiento sin discutir su dirección.
Y es que pareciera que el SS Confianza es una especie de chantaje emocional: si no confías, eres el anticristo de la modernidad. Crean un clima donde cualquier duda legítima se convierte automáticamente en un acto de traición hacia el "bien común". Y yo me pregunto, ¿qué clase de bien común excluye el pensamiento crítico y la diversidad de opiniones?
Lo peor es que esta mascarada de confianza promueve la irresponsabilidad. Resulta que si todos confían, nadie es responsable de nada. Así es como los errores se acumulan y nadie carga con las consecuencias. ¡Eso sí que suena a paraíso progresista! Sin peso en la conciencia, sin dedos apuntando, todos buenos y angelicales.
Lo que nunca te dirán es que el SS Confianza necesita de polarizaciones. Y es en este punto donde debemos empezar a preocuparnos: nos dividen artificialmente para hacernos más susceptibles a su mensaje. Los que se atreven a cuestionar son tachados de marginados, enemigos del progreso. Y en el camino, la verdadera cohesión social se deshace porque ya no somos una amplia gama de voces recogiendo necesidad y lucha individual, sino un solo discurso enfocado a la obediencia y al seguidismo.
Así que mientras algunos enarbolan el 'confía y no te preocupes', yo prefiero el palabras de aquellos que alguna vez dijeron 'confía, pero verifica'. No porque dude de la humanidad, sino porque reconozco que el poder sin supervisión es una receta para el desastre. Mientras el SS Confianza destila su veneno de sumisión disfrazado de unión, otros prefieren mirar hacia otro lado. Pero no vamos a dejarnos llevar por esa corriente. Lo que necesitamos son soluciones reales, debates robustos e ideales elevadores que celebren el pensamiento libre.
La realidad es que, al final del día, el auténtico sentido de comunidad no se construye simplemente en confianza ciega. Necesitamos confianza, claro está, pero esta debe ganarse y medirse continuamente. Nunca debemos ceder ante la comodidad de la fe sin pruebas. La autenticidad y la verdadera cohesión surgen cuando cada uno de nosotros, desde nuestros respectivos espacios, se siente libre de cuestionar, exigir y participar sin cortapisas. Y estas no son meras palabras: son los cimientos de la libertad que nunca deberíamos dar por sentados.