Somos la Carne: La Verdad que los Progresistas No Quieren Aceptar

Somos la Carne: La Verdad que los Progresistas No Quieren Aceptar

Este artículo desafía las nociones progresistas al defender la importancia de la naturaleza humana, las fronteras, la masculinidad, la libertad de expresión, la meritocracia, la familia, el patriotismo y la responsabilidad personal.

Vince Vanguard

Vince Vanguard

Somos la Carne: La Verdad que los Progresistas No Quieren Aceptar

En un mundo donde la corrección política se ha convertido en la norma, es hora de hablar claro sobre quiénes somos realmente. Somos la carne, los huesos y la sangre que han construido civilizaciones, defendido fronteras y creado las bases de la libertad. Desde los albores de la humanidad, el ser humano ha luchado por sobrevivir y prosperar, y lo ha hecho a través de la fuerza, la determinación y, sí, a veces la violencia. En un mundo que parece haber olvidado estas verdades fundamentales, es crucial recordar que la historia no se escribió con buenas intenciones, sino con acciones decisivas.

Primero, hablemos de la naturaleza humana. La idea de que todos somos inherentemente buenos es una falacia peligrosa. La historia está llena de ejemplos de lo contrario. Desde las guerras tribales hasta las grandes conquistas, el ser humano ha demostrado una y otra vez que la supervivencia y el poder son motores fundamentales de la conducta humana. Negar esto es negar nuestra propia naturaleza. La civilización no se construyó sobre la base de abrazos y palabras amables, sino sobre la capacidad de imponerse y proteger lo que es nuestro.

Segundo, la noción de que podemos vivir en un mundo sin fronteras es una fantasía. Las fronteras existen por una razón: para proteger a los que están dentro de ellas. La seguridad y la soberanía son derechos fundamentales de cualquier nación. Sin fronteras, no hay nación, y sin nación, no hay identidad. La idea de un mundo sin fronteras es atractiva para aquellos que viven en una burbuja de privilegio, pero para el resto de nosotros, es una amenaza a nuestra forma de vida.

Tercero, la cultura de la victimización ha alcanzado niveles ridículos. En lugar de empoderar a las personas para que se levanten y luchen por sí mismas, se les enseña a culpar a los demás por sus problemas. Esta mentalidad no solo es destructiva, sino que también es una trampa. La verdadera fortaleza viene de enfrentar los desafíos de frente, no de buscar excusas. La historia está llena de ejemplos de personas que superaron adversidades inimaginables, no porque se quejaron, sino porque actuaron.

Cuarto, el ataque constante a la masculinidad es un intento de debilitar a la sociedad. La masculinidad no es tóxica; es esencial. Los hombres han sido los protectores y proveedores desde tiempos inmemoriales. Intentar redefinir lo que significa ser hombre es un intento de desmantelar las estructuras que han mantenido a la sociedad unida. La masculinidad debe ser celebrada, no demonizada.

Quinto, la libertad de expresión está bajo ataque. En un mundo donde las palabras pueden ser consideradas violencia, la verdadera violencia se ignora. La libertad de expresión es un pilar fundamental de cualquier sociedad libre. Sin ella, no hay debate, no hay progreso, y no hay verdad. La censura es la herramienta de los tiranos, y debemos resistir cualquier intento de silenciar las voces disidentes.

Sexto, la meritocracia está siendo reemplazada por la mediocridad. En lugar de recompensar el esfuerzo y el talento, se está promoviendo la igualdad de resultados. Esto no solo es injusto, sino que también es insostenible. La sociedad progresa cuando se recompensa a los mejores y más brillantes, no cuando se nivela el campo de juego a expensas de la excelencia.

Séptimo, la familia es la piedra angular de la sociedad. Los ataques a la estructura familiar tradicional son un intento de desestabilizar la sociedad. La familia proporciona estabilidad, valores y un sentido de pertenencia. Sin ella, la sociedad se desmorona. Debemos defender la familia a toda costa.

Octavo, el patriotismo no es un crimen. Amar a tu país y estar orgulloso de su historia y logros no es algo de lo que avergonzarse. El patriotismo es lo que une a las personas y las motiva a trabajar juntas por un futuro mejor. Sin él, no hay unidad, solo división.

Noveno, la responsabilidad personal es clave. En lugar de buscar culpar a los demás por nuestros problemas, debemos asumir la responsabilidad de nuestras acciones. La verdadera libertad viene de la capacidad de tomar decisiones y vivir con las consecuencias.

Décimo, la verdad es que somos la carne, los huesos y la sangre que han construido el mundo en el que vivimos. Negar nuestra naturaleza es negar nuestra humanidad. Es hora de dejar de lado las fantasías y enfrentar la realidad. Solo entonces podremos construir un futuro verdaderamente libre y próspero.