Se dice que el diablo está en los detalles, y al parecer también en algunos movimientos turísticos que se disfrazan de benevolentes. "Sol Monticello" promete una experiencia turística inolvidable en la región central de Chile, ubicada a solo unos minutos al sur de Santiago. Lanzado en 2023, este proyecto busca combinar la belleza escénica con una experiencia cultural enriquecedora. Pero, no se dejen engañar, detrás de las palabras floreadas se esconden verdades que algunos preferirían mantener en secreto. ¿Quién se beneficia realmente? ¿Y a qué precio?
El turismo desenfrenado es la moda. Sol Monticello está lleno de actividades culturales, gastronómicas y de entretenimiento. Pero, ¿quiénes son los beneficiarios reales de esta avalancha de turistas? Aunque se presume que los ingresos ayudarán a las comunidades locales, la realidad es que grandes corporaciones son las que más ganan. Estas entidades se apoderan del control, dejando a los comerciantes locales con migajas.
El lavado verde está de moda. Nadie puede negar que Sol Monticello ha captado la atención por su "turismo responsable". ¿Pero hasta qué punto es responsable? A primera vista, las prácticas sostenibles parecen ser el eje del proyecto. Sin embargo, no todo lo que brilla es oro. Bajo el manto de la sostenibilidad, muchas iniciativas no se llevan a cabo o se hacen a medias, solo para calmar conciencias y atraer a una clientela internacional ávida de sentirse menos culpable.
Cultura auténtica empaquetada y vendida. La oferta cultural en Sol Monticello es uno de sus principales atractivos. Pero, ¿de qué manera se presenta esta "cultura"? Eventos y festivales se empaquetan para el consumo extranjero, diluyendo las tradiciones en busca de una experiencia "instagramable". La autenticidad cultural es sustituida por espectáculos diseñados para impresionar a aquellos que buscan una instantánea para sus redes sociales sin entender el contexto verdadero.
Una fachada de desarrollo comunitario. Sol Monticello ha proclamado que el desarrollo comunitario es uno de sus bastiones. Sin embargo, las inversiones bienintencionadas quedan eclipsadas por proyectos turísticos masivos que, en lugar de beneficiar, destruyen la esencia y el modo de vida de las comunidades locales. A primera vista todo parece estupendo, pero en el fondo, este modelo se asemeja más a una invasión económica que busca construir un paraíso turístico madera sobre las ruinas de una cultura auténtica.
Sobrepoblación turística. Mientras los visitantes se agolpan, quienes sufren son los pobladores locales. El turismo masivo crea una demanda insostenible en recursos locales como agua y energía, además de aumentar los costos de vida. Los residentes, lejos de disfrutar los frutos del desarrollo, se ven abrumados por hordas de turistas que exigen comodidades que para ellos se vuelven prohibitivamente caras.
Problemas medioambientales desplazados. En un esfuerzo por proyectar una imagen ambientalmente responsable, Sol Monticello ha introducido numerosas "iniciativas verdes". Sin embargo, una mirada aguda revela que muchos de estos programas verdes son simplemente tácticas de marketing para compensar la devastación que la sobrepoblación turística inflige al medio ambiente. El consumismo y la explotación marcan su paso, dejando a la naturaleza muy por detrás, forzando a la fauna y flora locales a adaptarse o morir.
El perfil del turista: una arma de doble filo. Sol Monticello no solo busca atraer turistas; también busca un tipo específico de visitante que alardea de ser consciente y responsable. Pero ¿quiénes son en realidad estas personas? Suelen ser individuos que buscan apaciguar su conciencia ambiental sin hacer cambios reales en sus estilos de vida. Esta actitud, alimentada por ideologías ajenas a la realidad local, alimenta un ciclo vicioso que impacta negativamente al destino turístico.
Una economía local tensionada. Mientras los gestores de Sol Monticello pregonan las bondades económicas del turismo, la complejidad de esta industria, que beneficia más a intermediarios que a productores locales, sufre de inflación y desigualdad. La diversificación económica no se logra, y la dependencia del turismo se convierte en un problema más que en una solución.
Un espejismo de justicia social. Quienes defienden el impacto positivo de proyectos como Sol Monticello mencionan la creación de empleos y oportunidades educativas, pero olvidan mencionar que comúnmente estas oportunidades son de baja capacitación, temporales y precariamente remuneradas. Las promesas vacías sobre la edificación de escuelas o la mejora de la infraestructura se desvanecen una vez que el esplendor turístico ha sido suficiente para llenar de oro los bolsillos corporativos.
La ironía de quien crítica y luego disfruta. Es un espectáculo ver cómo ciertos sectores que abogan por el minimalismo y la reducción del impacto ambiental son los primeros en acudir a lugares como Sol Monticello, fascinados por su relumbrante fachada verde. Pero detrás de cada fotografía compartida y cada recuerdo narrado, queda una verdad incómoda: la hipocresía de quienes critican y, al mismo tiempo, disfrutan del espectáculo turístico comodán patente.
Viajando hacia el corazón de lo que realmente significa un turismo "responsable" y "sostenible", Sol Monticello no parece más que otro ejemplo de un gran negocio que esconde aceitados engranajes capitalistas, ignorando las verdaderas necesidades de quienes en realidad deberían ser los protagonistas del relato cultural y social que se expone.