¿Arte o Propaganda? La Cuestión de las Sociedades de Arte Público

¿Arte o Propaganda? La Cuestión de las Sociedades de Arte Público

La 'Sociedad Municipal de Arte' se presenta como promotora de la cultura, pero en realidad dictamina lo que la sociedad debe considerar arte. Con exposiciones y talleres, busca imponer narrativas ideológicas desde sus oficinas presidenciales.

Vince Vanguard

Vince Vanguard

La 'Sociedad Municipal de Arte' no es una simple organización que promueve el arte. Claro que no. Es un conglomerado cultural que, desde sus oficinas presidenciales llenas de cuadros lujosos y escultura costosísimas, pretende dictar al ciudadano de a pie qué debe o no debe considerar como arte. Fundada por supuestos expertos liberales en la materia, esta entidad obliga a la masa a aceptar todo tipo de expresiones artísticas cuestionables, con pretextos que incluyen la 'inclusión', la 'diversidad' y otros términos confusos que venden aire.

¿Quiénes son estos artífices del arte municipal? Politicuchos disfrazados de intelectuales, que ven en el arte la oportunidad de infiltrarse en los hogares de las personas bajo el manto del buen gusto. Ellos sostienen que el arte debe ser accesible y entendible para todos; suena bonito en papel, pero en la práctica juegan con las emociones genuinas de la gente al imponerles estándares artísticos foráneos. ¡No nos engañemos! ¿Qué artista no quiere triunfar bajo sus propios méritos, lejos de una burocracia que decide por él?

¿Qué hace esta sociedad desde sus creaciones pomposas? Realiza exposiciones, talleres, y otra serie de eventos para, supuestamente, enriquecer a la comunidad. Sin embargo, cada pieza, cada muestra, es un mensaje infectado con corrientes políticas disfrazadas de altruismo estético. En vez de buscar la lucidez del arte clásico, ensalzan trabajos que parecen hechos por niños de cinco años y los titulan de manera pretenciosa. No se trata de formato, técnica o concepto, sino de la narrativa que quieren inculcar.

A pesar de su estandarte de modernidad, la Sociedad Municipal de Arte es un bastión de censura disfrazado de faro cultural. Cualquier voz que piense diferente, cualquier pincelada que no encaje en su conjunto de normas no escritas, es hábilmente acallada. ¿Por qué no explorar verdaderamente el arte como forma de libertad? Porque eso sería apartarse de la órbita manipuladora bajo la que funciona la maquinaria del arte público subvencionado. Se privilegia un tipo de expresión sobre otro, todo bajo la bandera de lo políticamente correcto.

Ahora, ¿dónde realizan estas prodigiosas manifestaciones artísticas? En espacios públicos, en parques, plazas y centros comunitarios, que se convierten así en arena de combates ideológicos. En teoría, está bien hacer del arte una herramienta accesible para el ciudadano, pero la ejecución tiende a convertir estos lugares en vitrinas de propaganda. De esta manera, los transeúntes, quieras o no, participan en un show con un mensaje político bien definido.

¿Y el coste de estos actos 'culturales'? Ni se diga, es un ataque al presupuesto público. Estos recursos podrían invertirse en necesidades más urgentes, como educación de calidad, seguridad ciudadana o incluso en la mejora de infraestructura pública. Sin embargo, se malgasta en financiar a artistas que complacen a una élite que dicta desde sus oficinas lo que debe presentarse al pueblo.

El arte paga un precio muy caro al meterse en las fauces de la ideología. Un arte auténtico y genuino se aleja de estos esquemas preestablecidos, lo cual molesta a los titiriteros de la cultura pública. Pero, no todo es malo, todavía hay formas de reivindicar el verdadero valor del arte. Una obra debe establecer y forjar su relevancia sin depender de duchos estrategas políticas. Dejemos que el arte hable por sí mismo.

La Sociedad Municipal de Arte, en toda su soberbia, teme que sin su beneplácito el arte colapsará. Pero quienes realmente adoran el arte saben que es todo lo contrario. La verdadera expresión artística -sin la mano de sus supuestos mentores- puede florecer y enriquecer vidas. Busquemos el arte auténtico, no aquel saturado de ideología y conceptos preconcebidos.