Cuando se habla de la historia de la medicina, no podemos pasar por alto a figuras colosales como Sir Benjamin Collins Brodie, el 2do Baronet, un hombre que transformó el campo quirúrgico en el siglo XIX; nació el 9 de junio de 1783 en Winterslow, Inglaterra, y fue uno de los cirujanos más influyentes de su era, dejando un legado que rebosa precisión, lógica y, por qué no, un conservadurismo esencial que haría temblar a los progresistas de hoy. Educado en el St. Bartholomew's Hospital y el Royal College of Surgeons, Brodie se diapositaba firmemente en la cúspide de la élite médica con contribuciones que desafiaron la ignorancia popular de la época.
Es asombroso como Brodie logró abrir nuevos horizontes al cuestionar los enfoques médicos existentes sin miedo a encontrar enemigos en cada esquina hospitalaria. Claramente su trayectoria empieza cuando publicó "Observaciones sobre las Enfermedades de las Articulaciones" en 1818, una obra que aún está presente en las aulas contemporáneas. Mientras los idealistas se centraban en teorías vagas, Brodie ponía manos a la obra y solucionaba problemas reales. ¿Y qué hay del exasperante abandono del empirismo que veneran algunos hoy? Brodie podría haber sido un conservador, pero su método probó ser lo que la ciencia necesitaba.
En una sociedad donde ahora parece la moda desacreditar a hombres como Brodie, acusándolos de ser 'productos de su tiempo', cuesta no ver la ironía. Mientras unos abrazaban la superstición, Brodie apoyaba el estudio riguroso y la practicidad. Sus estudios sobre enfermedades como la tisis pulmonar e investigaciones en el sistema nervioso fueron pioneros, desechando mitos por hechos tangibles. Tanto es así, que muchos de sus detractores acabaron dando marcha atrás para adoptar su metodología médica con el tiempo.
Quizá a algunos les sorprenda, pero fue también nombrado por la Reina Victoria como sir y presidente del Royal College of Surgeons, demostrando que su estirpe no era solo la de un investigador cualquiera, sino la de un líder que sabía cuándo apretar el bisturí y cuando ejercer el control directivo adecuado. Es gracioso ver cómo cierto grupo de personas tienden a ignorar que, a veces, el conservadurismo y el progreso pueden ser aliados más que oponentes.
Basta con mirar al Parlamento del Reino Unido, donde Brodie pronunció discursos defendiendo la moralidad de la medicina, algo casi impensable con la moral relativista popular hoy en día. No hay que olvidar su insistente carácter filantrópico; no todo eran salones señoriales y aplausos ardorosos. Fundó refugios y servicios para aquellos a quienes la sociedad de entonces había dejado de lado. A veces resulta difícil para algunos intelectuales modernos reconocer que la fuerza de voluntad y la ética concreta pueden ser tanto un escudo como un arma.
Podríamos incluso hablar de cómo Brodie incorporó la herencia cultural de sus ancestros escoceses en su visión de mundo, favoreciendo una rectitud moral inquebrantable. Mientras otros preferían construir castillos de naipes ideológicos, Brodie cimentaba sus obras bajo pilares de conocimiento auténtico. El 21 de octubre de 1862, el mundo perdió a este gigante, pero su obra sigue tan viva como los principios que la levantaron.
Es ineludible pensar en cómo estamos hoy. En dónde estamos poniendo nuestras prioridades y la extraña moda de borrar a personajes 'problemáticos' de la historia. Brodie fue uno que se resistió a ese tamiz que algunos llamarían progresismo pero que termina siendo un filtro impreciso de la verdad. Su vida y sus logros continúan siendo un testimonio contundente de la verdadera significancia de avance: conservar las bases sólidas y promover la sapiencia crítica, sin dejar que las apariencias o modas diluyan la esencia del conocimiento.