Simplemente Todo: La Verdad que los Progresistas No Quieren Escuchar
En un mundo donde la corrección política parece ser la norma, es hora de romper con las cadenas del pensamiento único y decir las cosas como son. En 2023, en el corazón de Estados Unidos, la batalla por la libertad de expresión y el sentido común está en su punto más álgido. ¿Por qué? Porque hay quienes quieren controlar lo que piensas, lo que dices y cómo vives. Y no, no estamos hablando de teorías de conspiración, sino de una realidad palpable que se vive en cada rincón del país.
Primero, hablemos de la economía. ¿Recuerdan cuando el dólar tenía valor y la gasolina no costaba un ojo de la cara? Parece que fue hace una eternidad. La inflación está fuera de control, y mientras tanto, los políticos de turno siguen imprimiendo dinero como si no hubiera un mañana. ¿Y quién paga el precio? Exacto, el ciudadano de a pie. Pero claro, es más fácil culpar a las grandes corporaciones que admitir que las políticas económicas actuales son un desastre.
La educación es otro campo de batalla. En lugar de enseñar a nuestros hijos habilidades útiles y pensamiento crítico, las escuelas están más preocupadas por adoctrinarlos con ideologías que no tienen cabida en un aula. La historia se reescribe, las matemáticas se politizan y el inglés se convierte en un campo minado de pronombres y sensibilidades. ¿Qué pasó con la educación de calidad que preparaba a los jóvenes para el mundo real?
La seguridad es otro tema candente. En ciudades de todo el país, el crimen está en aumento. Sin embargo, algunos prefieren cerrar los ojos y culpar a la sociedad en lugar de a los criminales. La policía, en lugar de ser apoyada, es demonizada. ¿Cómo se supone que mantendremos nuestras comunidades seguras si aquellos que nos protegen son constantemente atacados?
La libertad de expresión, ese derecho fundamental que debería ser intocable, está bajo asedio. Si no estás de acuerdo con la narrativa dominante, eres censurado, cancelado o etiquetado como intolerante. Las plataformas de redes sociales, que deberían ser un espacio para el libre intercambio de ideas, se han convertido en jueces y verdugos de lo que es aceptable decir.
Y no olvidemos la política exterior. Mientras algunos líderes se arrodillan ante potencias extranjeras, otros países se ríen de nosotros. La debilidad no es una estrategia, y la falta de liderazgo en el escenario mundial solo nos hace más vulnerables. Es hora de recuperar el respeto y la posición que una vez tuvimos en el mundo.
La cultura también está en juego. La música, el cine y el arte, que solían ser un reflejo de la sociedad, ahora son herramientas de propaganda. La creatividad se ve sofocada por el miedo a ofender, y el resultado es un panorama cultural monótono y predecible.
La familia, esa institución que ha sido el pilar de la sociedad durante siglos, está siendo atacada. Las políticas que desincentivan el matrimonio y la crianza de los hijos están destruyendo el núcleo familiar. Sin familias fuertes, la sociedad se desmorona.
Finalmente, la religión, que para muchos es una fuente de esperanza y guía, es ridiculizada y marginada. La fe, que debería ser respetada, es vista como un obstáculo para el progreso. Pero, ¿qué tipo de progreso es aquel que ignora los valores y principios que han guiado a la humanidad durante milenios?
Es hora de despertar y enfrentar la realidad. No podemos permitir que nos digan cómo pensar, cómo vivir y qué creer. La libertad, el sentido común y los valores tradicionales son más importantes que nunca. Es momento de alzar la voz y defender lo que es correcto, sin miedo y con determinación.