La historia de Servando Gómez Martínez, conocido también como 'La Tuta', es tan oscura y complicada como el mismo narcotráfico en México. Este hombre se convirtió en uno de los capos más influyentes y temidos de Los Caballeros Templarios, un cártel que arrasó en el estado de Michoacán. Pero, ¿quién es realmente este personaje y por qué su figura resuena tanto hoy día?
Gómez Martínez nació el 6 de febrero de 1966 en Arteaga, Michoacán, un lugar donde la ley brilla por su ausencia. De maestro rural a líder del narcotráfico, su historia es un ejemplo del caos que se desata cuando el crimen se apodera de las oportunidades, un fenómeno que podría estar en los sueños más temidos de cualquier progresista que predique la transparencia estatal.
En la década de los ochenta, Gómez comenzó su carrera criminal como secuestrador y extorsionador, pero no fue hasta el final del siglo XX que ascendió en las filas de La Familia Michoacana, la organización madre que eventualmente daría lugar a Los Caballeros Templarios. Al dividirse, Gómez se posicionó como un líder carismático, utilizando un discurso que mezclaba religión y bases comunitarias como método de control y expansión.
Este hombre no solo reclutó miles de adeptos, sino que fue el cerebro detrás de una sofisticada red de narcotráfico que no solo enfrentó a las autoridades mexicanas, sino también a las estadounidenses. A pesar de los intentos gubernamentales de capturarlo, Gómez mantuvo su influencia mediante alianzas con funcionarios corruptos y una red de información que envidiaría cualquier servicio de inteligencia.
Uno de los aspectos más perturbadores de su historia es su utilización de los medios de comunicación. Con audacia, Gómez Martínez envió videos y comunicados en los que aparecía a menudo, como si fuera una celebridad del mundo criminal. Este uso de los medios masivos, junto al miedo instaurado en la población de Michoacán, hizo que se convirtiera en una figura tan odiada como temida.
En 2015, después de años en la clandestinidad, fue arrestado por la Policía Federal Mexicana. Pero incluso encerrado, sigue siendo mencionado como un símbolo de los problemas que plagan México: la corrupción, la falta de oportunidades y un sistema judicial ineficiente. Lo interesante es cómo su figura todavía resuena cada vez que los progresistas hablan de soluciones pacifistas y utópicas que simplemente no funcionan contra el narcotráfico.
En pocas palabras, Gómez Martínez es la prueba palpable de una realidad que muchos en la izquierda prefieren ignorar: que detrás del rostro afable de un maestro rural, puede esconderse uno de los criminales más peligrosos del país. No necesitamos utopías, necesitamos dureza y sentido común para acabar con males así.
Mientras muchos intentan ennoblecer historias de narcos en un intento de comprender sus 'motivaciones', la realidad es mucho más simple y devastadora: personas como Gómez Martínez decidieron el camino del mal deliberadamente por ambición e influencia. Punto. Su vida debería servir de recordatorio de lo que una libertad irreflexiva puede desencadenar en la sociedad.