¡Vizcarra, el hombre que se despidió no una, sino dos veces!

¡Vizcarra, el hombre que se despidió no una, sino dos veces!

Martín Vizcarra ha sido el único presidente en la historia reciente del Perú destituido políticamente dos veces por el Congreso bajo la misma gestión presidencial.

Vince Vanguard

Vince Vanguard

¡Quien lo hubiera pensado! Martín Vizcarra, el expresidente del Perú, se convirtió en el primer presidente en ser destituido dos veces por el Congreso en el intervalo de una gestión. En noviembre de 2020, el Congreso de la República destituyó a Vizcarra bajo la acusación de "incapacidad moral permanente", una frase que resuena como la canción del verano en la política peruana. Este segundo juicio político resultó ser un espectáculo político que dejó a muchos espectadores con la boca abierta y a otros, con el ceño fruncido. Desde polémicas filtraciones de audios hasta el desfile de argumentos polarizantes, la trama vizcarrista fue cociéndose a fuego rápido en Lima.

La historia de Vizcarra en la presidencia de Perú es una montaña rusa. Después de convertirse en presidente en 2018, tras la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski, parecía comprometido a erradicar la corrupción institucional. Sin embargo, el Congreso, dominado por sus opositores, tuvo otras ideas y logró destituirlo, presuntamente por la sombra de sobornos que lo perseguían desde su etapa gubernamental en Moquegua. Para algunos, fue un intento justo para “limpiar la casa”, pero para otros, un golpe legislativo que dejó un vacío de poder en plena crisis sanitaria por el COVID-19. ¿Fue una cacería de brujas o una purga necesaria? ¡Qué pregunta!

En todo este embrollo, más de una teoría conspirativa salió a la luz, dando este toque de película de intriga a la política nacional. Pero los escándalos no se detuvieron. Vizcarra parecía estar viviendo la trama de una novela política, con un estilo que ni los guionistas más prolíficos habrían imaginado. Después de todo este espectáculo, la pregunta del millón es: ¿qué lograron realmente los congresistas?

La inestabilidad es un término que parece ya haber pactado con la política peruana, un terreno inestable donde los líderes caen con la misma rapidez con la que se levantan. La destitución de Vizcarra, previa y pandémica, no solo soprendió a más de uno, sino que desencadenó protestas masivas. Miles de peruanos salieron a las calles exigiendo cambios y cuestionando el sistema político al completo. Esta situación reforzó la idea de que el Perú necesita un cambio sistémico profundo.

Muchos culparon a la manía fiscalizadora del Congreso, un órgano que parece disfrutar lanzando juicios políticos más que trabajando para la gente. La ironía es que, mientras los partidos con sus vendettas políticas juegan "el juego de la silla", la ciudadanía observa desde las gradas, sintiéndose, en ocasiones, como peones de una partida que ni siquiera saben que están jugando. Vamos, que es como si el Congreso fuera un circo sin siquiera los payasos organizados.

Que un presidente pueda ser destituido no es un hecho insólito; ocurre en toda buena democracia, dirán algunos. Sin embargo, en el caso de Vizcarra, esta segunda destitución fue vista como una batalla entre poderes, un enfrentamiento más propio de la época medieval que de una nación moderna. ¿Realmente creemos que la solución a la corrupción es poner en el tablero a nuevos capitanes con un objetivo incierto?

No todo es responsabilidad del Congreso, por supuesto. Vizcarra tampoco era precisamente un ángel pintado fresco. Las acusaciones de corrupción durante su tiempo como gobernador regional no ayudaron su causa, poniéndolo en el ojo de un huracán político que muchos considerarían inevitable.

A veces la política tiene tendencia a parecerse más a un espectáculo circense que a un noble arte de gobernar. La llegada de Manuel Merino al poder, tras la destitución de Vizcarra, duró poco. Apenas cinco días después de asumir la presidencia, las protestas y la presión social lograron que presentara su renuncia, demostrando que el pueblo peruano no se conforma con titulares vacíos.

La narrativa de la política en Perú parece nutrirse de las mismas dinámicas que una serie adictiva, solo que sin cortes comerciales y con consecuencias reales para la gente común. Nunca se puede subestimar la capacidad de los líderes políticos para escenificar la arena política, y aunque los liberales puedan argumentar que se trata de progresismo, la realidad presenta muchas aristas.

Algunos días, todo parece girar alrededor de si uno es un héroe o un villano, incapaces de recordar que, al final, el verdadero ganador debería ser el pueblo, y no los egos inflados tras los podios de poder. Vizcarra tal vez ya no esté en la política, pero dejó una lección clara sobre cómo los hechos pueden, y deben, eclipsar las palabras. Si algo hemos aprendido, es que la política peruana es un terreno fértil para historias que desafían la lógica y lo predecible. Vizcarra se habrá ido, pero su nombre y sus enredos seguirán siendo la comidilla del día.