Sahraa Karimi es un nombre que quizás no figura en la lista de favoritos de los círculos progresistas, pero debería. Nacida en Kabul, Afganistán, en 1985, esta mujer directora y guionista no ha dejado que las adversidades limiten su visión. ¿El escenario? Un mundo dominado por el conservadurismo extremo y un ferviente deseo de liberar arte desde una óptica femenina y afghana. Sahraa puso su primer pie en el terreno fértil del cine en Eslovaquia, de donde emergió con un doctorado en cine, marcando el comienzo de su impactante carrera. Entonces, ¿quién es esta apasionada cineasta que ha sacudido la narrativa usual?
Karimi ha trascendido fronteras a pesar de las limitaciones culturales y sociales de su país de origen. No es solo una directora más, sino la primera mujer afghana en obtener un doctorado en realización cinematográfica. En 2019, Sahraa fue nombrada directora de la Organización Cinematográfica Afgana, un rol que usó sabiamente para elevar historias invisibles. Estos son los actos de valentía que algunos intelectuales y feministas occidentales eligen no ver, ocupados en debates de café sobre discursos de género. Es curioso cómo se pasan por alto las voces auténticas cuando no suenan a lo que las élites quieren oír.
Sahraa no ha sido ajena a la controversia. Su película "Hava, Maryam, Ayesha" (2019), contada a través de los ojos de tres mujeres en Kabul, puso un reflector sobre las luchas reales que enfrentan las mujeres afganas. Ni una historia edulcorada ni simplista, sino un poderoso reflejo de las complejidades de su sociedad, un desconocido para muchos amantes del cine occidental que prefieren historias de barricadas liberales en vez de un verdadero enfoque en la emancipación.
En medio de su ascenso, Karimi ha tenido que lidiar con una descomunal presión internacional. Los eventos de 2021 en Afganistán seguramente pusieron en jaque a muchas almas artísticas de la región, incluyendo a Karimi, quien tuvo que escapar del país durante la caótica retirada de las fuerzas internacionales. ¿Qué puede ser más hipnotizante que las valoraciones de vida desde la perspectiva de alguien que ha tenido que abandonar su hogar y creación para buscar seguridad?
Karimi tiene una fascinante fortaleza, esa independencia que organizaciones como las Naciones Unidas intentan monopolizar en discursos de largo aliento pero que pocas veces logran poner en práctica. Karimi lo ha hecho sin la típica onda autorreferencial, sin demandar reverencia ni aclamaciones de festivales tipo Sundance. Es sencillo para algunos activistas de redes diseñar relatos sobre igualdad e inclusión pero sin experimentar jamás el vértigo de enfrentar realidades como las que ha sorteado Karimi.
Resulta igualmente importante mencionar el impacto de Karimi más allá del ámbito cinematográfico. Es una voz clara y activa, no influenciada por corrientes de moda sino por urgencia de decir algo importante. Cuando habló en la Asamblea General de la ONU y en otras plataformas globales, dejó claro que no se dejaría moldear por agendas políticas. Ver una mujer de acción y no un mero producto mediático le da a sus palabras el eco que escasea en los pasillos de universidades y grupos de discusión.
El enfoque tenaz de Karimi para contar historias auténticas desde regiones marginalizadas desafía a un mundo que a menudo tergiversa estas narrativas. Si bien no es la figura tipo que aparecería en las pancartas de ciertas ideologías de moda, su historia de vida y carrera profesional brillan entre las sombras que cubren a menudo estos relatos. Ella no solo está filmando, sino que está moviendo paradigmas, algo que claramente asusta y molesta a ciertas esferas liberales cuando no pueden contextualizar ni controlar.
La valentía artística de Sahraa Karimi destaca entre el ruidoso torbellino de superficialidad mediática. Avanzar hacia adelante sin ser atrapada por lo políticamente correctas agenda del día nos enseña una lección que algunos prefieren ignorar: la fortaleza puede venir bajo otras luces y formas menos ruidosas, pero no por eso menos poderosas. Mientras otras voces se susurran suavemente o son adornadas para causar impacto temporal, Karimi es un estruendo que reverbera en los rincones menos explorados del globo, una rebelde incómoda que silencia las esperanzas de moldear discursos a su favor.
Sahraa Karimi trascenderá como un icono de independencia valiente que desafía narrativas y arquetipos. Porque ser una voz desinhibida requiere mucho valor en un mundo donde ser independiente es reinterpretado como una amenaza.