¿Romper las cadenas o forjar nuevas? Esa pareciera ser la eterna pregunta en esta era moderna donde la izquierda promete libertad y progreso social a voces estridentes. 'Romper Las Cadenas' alude a esos movimientos, iniciados principalmente en América Latina, que comenzaron con la pretensión de liberar al pueblo de gobiernos considerados opresivos. Desde los años 50, en Cuba por ejemplo, hasta los más recientes intentos en Venezuela y Nicaragua, se ha visto una misma fórmula: prometer el paraíso terreno mientras se crean nuevas y más pesadas cadenas económicas y sociales.
¿Qué es lo que realmente está sucediendo cuando alguien grita "¡Libertad!" en nombre de estas políticas? Es crucial observar el quién, el qué, el cuándo, el dónde y el por qué. Los promotores de este concepto son políticos, usualmente de la extrema izquierda, que prometen un cambio radical.
Pero, ¿qué es lo que realmente ofrecen? Esencialmente, el poder absoluto sobre todos los aspectos de la vida de los ciudadanos bajo la premisa de que solo ellos saben lo que es 'correcto'. Suelen emergen en países donde hay una gran brecha social y prometen igualar condiciones, pero lo que realmente sucede es que sacrifican las libertades individuales a cambio de un supuesta colectiva.
El incremento de poder estatal a expensas de la autonomía personal es el hilo común. ¿Cuándo hemos visto esto? Continúa hoy, en muchos de estos países, donde los ciudadanos claman auxilio mientras sufren bajo gobiernos que una vez prometieron "romper las cadenas". Venezuela, donde el gobierno controla los alimentos, los medicamentos y el acceso a información, es un ejemplo vívido.
Es impactante cómo estas ideas tienen ecos en ciertos sectores de sociedades occidentales, que se sienten atraídos por la idea romántica de la revolución social. Sin embargo, hay que levantar la cortina: lo que realmente planean es expandir el alcance del estado en la vida cotidiana.
¿Por qué? La respuesta es simple: poder y control. Con un gobierno fuerte y omniabarcante, se elimina la competencia y se asegura el dominio. Es un intercambio donde el ciudadano vende su libertad a cambio de promesas nunca cumplidas.
Alerta a las llamadas a romper cadenas en nombre de la equidad y el progreso social. Revisen el historial de quienes lo proponen. La historia es clara: esos gritos de batalla siempre terminan silenciando las voces de los individuos y perpetuando el sufrimiento colectivo.
Es notable el cómo estas ideas, disfrazadas, resurgen, incluso en países con democracias consolidadas. La promesa de una utopía nunca llega, pero sí lo hace un sistema asfixiante que no deja lugar para diferencias.
Finalmente, salir de un régimen de opresión no depende de crear otro. Se deben reforzar las instituciones que ya existen y se deben respetar las libertades individuales como la propiedad privada y la libertad de expresión. Permitan que el mercado libre y una sociedad civil robusta florezcan sin las trabas de un gobierno excesivamente controlador, y verán cómo realmente se rompen las cadenas.
La historia nos lo ha enseñado una y otra vez, pero parece que algunos prefieren aprender de la manera difícil. La verdadera liberación no viene de los decretos estatales sino de la capacidad de cada persona de decidir por su cuenta, de trabajar por su futuro sin que un gobierno omnipotente ponga piedras en su camino.
Así que cuestionemos el cantar de sirena de "Romper Las Cadenas" de aquellos que desean que alguien más tome decisiones por ti. La libertad nunca se regala, se conquista, y no por colectivismos forzados, sino por el esfuerzo individual y la responsabilidad personal.