Romancia: El juego que los progresistas no entenderán

Romancia: El juego que los progresistas no entenderán

Romancia es un videojuego clásico de 1986, desafiando a los jugadores en un mundo medieval. Es un ejemplo del esfuerzo personal y perseverancia en medio de una industria moderna que busca facilidades.

Vince Vanguard

Vince Vanguard

El universo de los videojuegos está lleno de maravillas, pero ninguna tan singularmente perpleja y deliciosa como Romancia. Este clásico fue lanzado por la compañía japonesa Nihon Falcom en el año 1986, haciendo su épica aparición en la PC-88. Situado en un mundo de fantasía lleno de dragones y reinos por conquistar, Romancia nos presenta un desafío que la generación millennial, siempre buscando la salida en la vida fácil del etiquetado "de construir seguro", tal vez nunca podrá apreciar por completo.

El juego, que se desarrolla en un mundo medieval imaginario, sigue la historia de Prince Ferdinand quien, con poco más que un sentido del deber y una espada en la mano, se adentra en un reino lleno de trampas y criaturas despiadadas. Puede que los gráficos comparados con los juegos actuales parezcan primitivos, pero detrás de cada píxel hay un arte que los jugadores modernos aún no están listos para entender. Mientras que los desarrolladores de hoy se ahogan con obsesiones por gráficos y tramas superfluas, Nihon Falcom logró cautivar a la audiencia con una jugabilidad innovadora y un desafío real. ¿Por qué seguimos hablando de Romancia? Simple, porque los videojuegos alguna vez fueron más que luces bonitas y controles fáciles.

En el crisol de videojuegos de la década de 1980, cuando todo estaba influenciado por cartuchos y la magia de las máquinas recreativas, surgió Romancia como un propio monstruo. Olvida la generación de jugadores modernos queexigen guías y pistas por doquier; aquí no hay opción para el cómodo "modo fácil". Aquí se necesita agudeza mental y verdadera habilidad.

Uno puede preguntarse, ¿cuál es su relevancia hoy? Verán, Romancia es un recordatorio de tiempos cuando se valoraba el esfuerzo personal. El juego no ofrece clásicos tutoriales, esos con los que está repleta marcha la industria actual, sino que obliga a los jugadores a razonar y explorar sin guiñarles el ojo. No contentarse con lo previsiblemente dado, ni con las redes sociales chisporroteando sus constantes alertas prefabricadas.

En el corazón de Romancia se encuentra una fantasía que invita a la curiosidad, que empuja al jugador a superar la frustración inicial y a abrazar el recorrido por cosas no vistas, no contadas. En definitiva, el juego ofrece alegría pura a quienes se atreven a completar la misión. En nuestro mundo donde triunfan los premios de participación y la menor resistencia posible se exalta como una virtud, Romancia es una bienvenida dosis de realidad.

Además, es una lección de historia. Tanto en diseño independiente como en concepción, Romancia nos lleva de regreso a una era donde la diversión se encontraba en el descubrimiento y el jugador realmente dictaba el curso de la aventura. Algunos podrían calificarse de nostálgicos por la época de las cintas magnéticas y las conversaciones sobre "puntos de guardado" versus "comenzar de nuevo desde el principio". Pero aquí la nostalgia es sabiduría.

Al final del día, lo realmente embriagador de Romancia es su espíritu resiliente y enseñanza de autosuficiencia. Una cualidad que cada vez se valora menos, en una sociedad donde la responsabilidad individual es sopladamente desplazada. Aquí no hay lugar para la impaciencia del consumismo e instantaneidad postmoderna. Es un retorno a lo básico, a ser capaz de disfrutar pequeñas victorias.

Para aquellos que buscan ese oasis de desafío puro, Romancia no solo sigue siendo relevante, es una joya de principio a fin que todo jugador debería buscar aunque sea solo para redescubrir la esencia auténtica de los videojuegos. En un panorama tecnológico donde algunos buscan ahogar la mente con el superfluo placer inmediato, Romancia grita al contracorriente y nos recuerda que lo difícil recompensa más que mil atajos.

De ahí que Romancia permanezca resistiendo al tiempo, no como un mero artefacto sino como un símbolo de vida completa. Así pues, mientras algunos insisten en devaluar la dificultad y celebran la mediocridad con aplomo, este clásico de Nihon Falcom sigue preservando su trono en la historia de los videojuegos. Romancia, más que un juego, es una metáfora viva de perseverancia y victoria honesta que resiste la mar de lo simple.