Las Tubas de Rhea: La Senda de la Tradición Verdadera

Las Tubas de Rhea: La Senda de la Tradición Verdadera

El Rhea (tubería) en la provincia de Chumbivilcas, Cuzco, es una celebración anual que une tradición y resistencia cultural. Un evento auténtico que desafía las premisas modernas.

Vince Vanguard

Vince Vanguard

Imagina un lugar donde el bullicio moderno se encuentra cara a cara con una tradición que desciende desde los antiguos tiempos. En la remota provincia de Chumbivilcas, en la región de Cuzco, Perú, el Rhea (tubería) no es un simple festival ni una corriente folkloreña sin alma. Se celebra anualmente a principio de mayo, cuando las verdes colinas y vastas pampas se visten de gala, y es una reafirmación mágica, una reconquista cultural que algunos quieren silenciar.

¿Quiénes son esos que elevan al aire estas tuberías y por qué molestan? Son los orgullosos habitantes de estas tierras, las mismas personas que se niegan a ser pasto de las ideologías importadas. Pues el Rhea, antes que un evento folclórico, es un himno de supervivencia. Suena a través de las tuberías de un metro hechas de tallos de carrizo -sí, esas que están bien lejos de los ideales modernos- tocadas por personas de todas las edades que encuentran en esta música arcaica un lenguaje que grita libertad.

¿Te imaginas ver una tradición de raíces profundas ser tratada con desdén por aquellos que desearían ver homogeneizada toda cultura bajo la bandera del progresismo? Claro, para aquellos que buscan la diversidad -mientras que promueven la uniformidad cultural-, el Rhea puede parecer un desafío incómodo. Aquí no hay espacio para la apatía espiritual ni para el nihilismo moral.

La música del Rhea es una protesta, un sonido que resuena con la frecuencia de la resistencia. Cada año, congrega multitudes no sólo de los pueblos vecinos, sino también de aquellos caminantes que desean tocar al menos una vez las verdades del mundo antiguo. Participar en el Rhea no es un simple acto de turismo cultural. Es abrazar una identidad, asumir una postura y reconocer un legado que no se doblega ante las mareas cambiantes de lo políticamente correcto.

A pesar de su riqueza histórica, el Rhea sigue siendo ignorado por los “patrulleros de la cultura” que prefieren eventos con un toque de artificialidad, esos, que lucen bien en las redes sociales pero no tienen alma. Es un contraste ferozmente necesario en un mundo donde la obsesión por lo efímero amenaza con devorar lo enriquecedor. No se trata solo de tocar una flauta ni de disfrutar una danza frenética, se trata de absorberla con los cinco sentidos y sentir lo que es realmente estar vivo.

Que no te engañen; el Rhea no busca atenciones de gala ni encabezar los trending topics. Su poder reside en su autenticidad, en su autonomía de los modelos confeccionados para el consumo masivo. Es un acto de amor resistente, un tributo no solo a lo que fue, sino quizás más importante -a lo que aún puede ser.

Si ansías comprender (o puede que incluso desafiar) lo auténtico, el Rhea te espera con el sonido ancestral de sus tuberías. No es para todos, pero aquellos que escuchan sus verdades no pueden sino transformarse. Aquí está, vivo y a toda fuerza. A veces pequeño, siempre grande. Nunca podrías encontrarlo reemplazado por diseños innovadores y emocionantes, ni mucho menos por un evento patrocinado por energéticas.

Mantengamos el Rhea como es: un espacio donde los sonidos de esperanza y resistencia resisten la marea de la conformidad. Y aunque algunos liberalones se retuerzan con su fuerza genuina, los tuberistas de Chumbivilcas seguirán tocando, en un mundo que rápidamente olvida lo que una verdadera cultura viva significa. ¡Que las tuberías suenen alto y claro!