Resolución 798 del Consejo de Seguridad: Cuando la ONU se Pone Seria

Resolución 798 del Consejo de Seguridad: Cuando la ONU se Pone Seria

La Resolución 798 del Consejo de Seguridad de la ONU fue un golpe sobre la mesa en 1992 durante la guerra en Bosnia, enfocándose en proteger a los civiles de los campos de tortura y violencia sistemática.

Vince Vanguard

Vince Vanguard

¿Cuándo fue la última vez que la ONU hizo algo realmente efectivo? Bueno, creanlo o no, la Resolución 798 adoptada el 18 de diciembre de 1992, fue un ejemplo de acción contundente del Consejo de Seguridad. Durante la guerra en Bosnia y Herzegovina, la ONU puso el pie en el acelerador y exigió seriedad. Fue cuando se denunció la brutalidad en los campos de detención y se condenó la violencia sistemática contra civiles, especialmente con el foco en la situación en la entonces Yugoslavia. Este documento pretendía marcar la diferencia haciendo un llamado poderoso para el acceso humanitario y la inspección internacional.

En unos pocos y determinantes puntos, esta resolución estableció un claro llamado a abrir las puertas a la Cruz Roja Internacional. ¿Dónde estaba el sentido común cuando antes no se había permitido el acceso a las organizaciones de ayuda? Parece que se necesitó la presión de esta resolución para empezar a ver acción, reafirmando que cuando se quiere, se puede.

Quizás algunos esperaban un desfile diplomático y discursos cargados de promesas vacías, pero la Resolución 798 no desperdició palabras. El Consejo de Seguridad sacó la artillería pesada para condenar los abusos de los derechos humanos en Bosnia, lo cual, para los estándares de la ONU, fue una clara muestra de acción decidida. Parecía que este documento recogía de una vez por todas que actuar era preferible a quedarse sentado en una cómoda oficina redactando reportes imposibles de leer.

La resolución también exigió la implementación de medidas eficaces para proteger a los civiles y le recordó al mundo que la violación continuada de los derechos humanos en Yugoslavia debía cesar inmediatamente. A estas alturas, no cabe duda de que este era un intento real de presionar a las partes involucradas a reconsiderar sus atrocidades. La ONU decidió ponerse los pantalones y dejó de lado los discursos de salón para pasar a exigencias claras y contundentes.

Desde una perspectiva políticamente conservadora, uno podría señalar que lo sorprendente era que se necesitara una resolución para apoyar algo tan obvio como la asistencia humanitaria. Los hechos eran claros y el Consejo de Seguridad finalmente entendió que no podía seguir esperando un desenlace diplomático mientras las atrocidades se multiplicaban.

Es relevante destacar que, en aquel entonces, la comunidad internacional empezó a reconocer que las palabras por sí solas no detenían balas ni conferían libertad a los detenidos. La intervención real y efectiva se convirtió en el único camino viable. Reflexionando sobre esta resolución, uno podría plantear que debería haber más momentos como el de la Resolución 798 para recordar al mundo que los derechos humanos existen más allá de los papeles. Uno esperaría que este tipo de acciones se incrementasen en situaciones similares en lugar de debatir indefinidamente.

Así pues, aunque la burocracia a menudo frene la eficiencia, esta ocasión mostró lo que puede suceder cuando hay la voluntad política de dar un paso al frente y gritar "¡Basta ya!" Sin embargo, es esencial que cuando se levante la voz por causas justas, resuene con la verdad y no con gritos vacíos. La Resolución 798 fue uno de esos raros momentos en los que la ONU dejó de lado su tendencia a diluir el poder de sus mensajes.

En última instancia, este episodio ilustra que, aunque a veces los órganos internacionales parecen pesados en sus procedimientos, también pueden ser efectivos cuando existe un compromiso real. Para aquellos que aún conservan esperanzas de cambios tangibles, este documento sigue siendo un ejemplo ilustrativo de lo que podría lograrse con un poco menos de diplomacia y un poco más de determinación.