Lo que los progresistas no quieren que sepas sobre Ramalho Ortigão
Ramalho Ortigão, un nombre que probablemente no escuchas en las tertulias de café de los progresistas, fue un escritor y periodista portugués que vivió entre 1836 y 1915. Nacido en Oporto, Ortigão se destacó por su aguda crítica social y su defensa de valores tradicionales en una época de cambios vertiginosos. En un mundo donde la modernidad y el progreso eran las palabras de moda, Ortigão se atrevió a desafiar las corrientes predominantes, escribiendo con un estilo satírico que desnudaba las hipocresías de su tiempo. Su obra más conocida, "As Farpas", coescrita con Eça de Queirós, es un testimonio de su habilidad para mezclar humor y crítica social, algo que hoy en día haría que más de un liberal se sonrojara.
Ortigão no era un hombre que se dejara llevar por las modas pasajeras. En una época en la que el mundo se inclinaba hacia el materialismo y el secularismo, él defendía la importancia de la moral y la religión. No es de extrañar que su postura irritara a aquellos que veían en la religión un obstáculo para el progreso. Pero Ortigão no se amilanaba. Creía firmemente que la pérdida de valores tradicionales llevaría a la decadencia social, una idea que hoy en día sigue siendo relevante, aunque incómoda para algunos.
El escritor portugués también fue un crítico feroz de la política de su tiempo. No tenía reparos en señalar la corrupción y la incompetencia de los políticos, algo que, lamentablemente, sigue siendo un problema en la actualidad. Ortigão veía en la política un reflejo de la sociedad, y no dudaba en usar su pluma para denunciar las injusticias y los abusos de poder. Su valentía para hablar en contra de la corriente dominante es algo que muchos podrían aprender hoy.
Además, Ortigão era un defensor de la educación como herramienta de cambio social. Sin embargo, no creía en una educación que simplemente adoctrinara a las masas. Para él, la educación debía fomentar el pensamiento crítico y la independencia intelectual. En un mundo donde la educación a menudo se utiliza como un medio para promover ciertas ideologías, las ideas de Ortigão son un recordatorio de la importancia de enseñar a pensar, no qué pensar.
Ramalho Ortigão también tenía una visión clara sobre la identidad nacional. En un momento en que el nacionalismo se veía con recelo, él defendía la importancia de preservar la cultura y las tradiciones de Portugal. Para Ortigão, la identidad nacional no era algo de lo que avergonzarse, sino algo que debía celebrarse y protegerse. En un mundo cada vez más globalizado, su mensaje resuena con aquellos que valoran la soberanía y la cultura de sus naciones.
La obra de Ortigão es un testimonio de su compromiso con la verdad y la justicia. No temía desafiar las normas establecidas y siempre buscaba la manera de mejorar la sociedad en la que vivía. Su legado es un recordatorio de que, a veces, es necesario ir en contra de la corriente para defender lo que es correcto. En un mundo donde la corrección política a menudo silencia las voces disidentes, las palabras de Ortigão son un faro de esperanza para aquellos que se atreven a pensar diferente.
Ramalho Ortigão fue un hombre adelantado a su tiempo, un defensor de los valores tradicionales en un mundo que se movía rápidamente hacia la modernidad. Su obra sigue siendo relevante hoy en día, un recordatorio de que la verdad y la justicia no pasan de moda. En un mundo donde las voces disidentes a menudo son silenciadas, Ortigão nos enseña la importancia de hablar con valentía y defender lo que creemos, sin importar las consecuencias.