¿Y Yo Qué?
En un mundo donde las prioridades parecen estar patas arriba, es hora de preguntarse: ¿y yo qué? En Estados Unidos, en pleno siglo XXI, mientras los políticos se pelean por quién tiene la mejor agenda progresista, el ciudadano común se queda preguntando dónde encaja en todo esto. ¿Por qué? Porque mientras se discuten temas como el cambio climático y la igualdad de género, el trabajador promedio sigue luchando para llegar a fin de mes. ¿Dónde está la ayuda para el hombre o la mujer que simplemente quiere vivir una vida decente sin que el gobierno le meta la mano en el bolsillo?
Primero, hablemos de los impuestos. ¿Por qué el gobierno sigue exprimiendo al ciudadano promedio? Mientras los políticos prometen el oro y el moro, el trabajador sigue viendo cómo su cheque se reduce cada vez más. ¿No sería mejor dejar que la gente se quede con su dinero y decida cómo gastarlo? Pero no, parece que la idea de que el individuo sepa lo que es mejor para él es demasiado radical para algunos.
Luego está el tema de la seguridad. En ciudades como San Francisco y Nueva York, el crimen está fuera de control. ¿Por qué? Porque las políticas de "mano blanda" han permitido que los delincuentes hagan lo que quieran. Mientras tanto, el ciudadano honesto vive con miedo de salir a la calle. ¿No sería más sensato reforzar las leyes y proteger a los que cumplen con ellas?
La educación es otro campo de batalla. En lugar de enfocarse en enseñar habilidades útiles, las escuelas están más preocupadas por adoctrinar a los jóvenes con ideologías que no les servirán en el mundo real. ¿Qué pasó con enseñar matemáticas, ciencias y lectura? Parece que ahora es más importante asegurarse de que los estudiantes sepan qué pronombres usar.
Y no olvidemos la libertad de expresión. En un país que se enorgullece de su libertad, cada vez es más difícil decir lo que uno piensa sin ser censurado. Las grandes plataformas tecnológicas han tomado el papel de jueces y verdugos, decidiendo qué es aceptable y qué no. ¿Dónde queda el derecho a tener una opinión diferente?
La salud es otro tema candente. Mientras se discuten reformas de salud que prometen ser la panacea, el sistema sigue siendo un desastre. Los costos son astronómicos y la burocracia es interminable. ¿No sería más lógico permitir que el mercado libre ofrezca soluciones más eficientes y accesibles?
La inmigración es otro punto de discordia. Mientras algunos abogan por fronteras abiertas, el ciudadano común se pregunta cómo afectará esto a su trabajo y seguridad. ¿No es razonable querer un sistema que priorice a los que ya están aquí y que funcione de manera ordenada?
Finalmente, está la cuestión de la identidad nacional. En un intento por ser inclusivos, parece que se ha perdido el orgullo de ser estadounidense. ¿Por qué no podemos celebrar lo que nos hace únicos sin ser etiquetados como intolerantes?
Es hora de que el ciudadano común se levante y diga: "¿Y yo qué?" Es hora de que las políticas reflejen las necesidades de la mayoría y no solo de unos pocos. Es hora de que se escuche la voz de los que trabajan duro todos los días para construir un futuro mejor. Porque al final del día, son ellos los que mantienen al país en pie.