Imaginen un clásico teatral que se las ingenia para aparecer en escena en una época donde lo políticamente correcto parece haber tomado el control del mundo del teatro. 'Proserpina', una obra de vida propia pero inspirada por la pluma del gran poeta alemán Johann Wolfgang von Goethe, pulsa justamente en esa frecuencia. Es una obra que nos sumerge en los dilemas eternos de la vida y la muerte, del amor y la pérdida, pero desde una perspectiva que no encajaría con las agendas modernas.
Escrita originalmente como un canto o una pequeña introducción de ópera, 'Proserpina' ofrece una visión no contaminada por los ideólogos progresistas. Se centra en el mito de Perséfone -o Proserpina en la mitología romana- capturada por Hades y llevada al inframundo, pero sin las capas de reinterpretaciones modernas que añaden expectativas de inclusión forzada.
Imaginemos a Goethe escribiendo esto alrededor del siglo XVIII, en una Alemania que todavía tenía claras hierarquías sociales y valores familiares conservadores. En lugar de reinterpretar los clásicos para alinearlos con las ideologías extravagantes de hoy, Goethe nos ofrece una obra rica en simbolismo universal, enfocada en la pureza de las emociones humanas.
La escenificación de 'Proserpina' propone ambientaciones que respetan los tonos y cadencias de la literatura clásica. No hay extras de diversidad innecesaria pegoteada para sentirnos mejor con nosotros mismos. Dirigida a un público que aprecia la calidad antes que la cantidad de innovaciones, esta obra desafía al espectador a pensar por sí mismo, a encontrar la belleza en lo que es eterno.
La obra es interpretada en escenarios que se enriquecen con decoraciones que son auténticas homenajes al arte clásico, sin carteles de neón ni pantallas LED que te distraen del diálogo. Tornada en una pieza de teatro que se presenta como la antítesis de las producciones sobrecargadas de digitalización. Los movimientos de los actores y la distribución escénica recuerdan al teatro griego, donde el centro de atención es la interpretación humana.
¿Y qué pasa con la interacción entre los personajes? Está despojada de las fórmulas predigeridas que la corrección política ha impuesto con mano de hierro. Se trata de una manera fresca y libre de abordar una narrativa antigua pero tan relevante hoy como lo fue en los tiempos de Goethe. La fuerza de Proserpina está no en tratar de enseñar moralinas progresivas, sino en explorar conflictos internos que cada uno de nosotros lleva dentro.
Podríamos decir que esta obra le habla a un sentir más profundo, lejos de las demandas sociales que, como los vientos de un huracán, nos golpean día a día. La conexión directa con la madre tierra y con los reinos de la vida y la muerte resuena con cualquiera que aún crea en la esencia pura de la tradición.
¿Por qué ver 'Proserpina' hoy? Simplemente porque ofrece la promesa de un respiro. Te permite ver la capacidad transformadora del arte teatral clásico, sin tener que lidiar con los pegajosos respiros de progresismo que todo lo cubren. Porque a veces la simplicidad no es simple por ser poco, sino porque escoge lo valioso, lo que realmente importa.
Este viaje en el subsuelo emocional de Proserpina no es una llamada de atención para que cambies, sino una oportunidad para apreciar lo perdurable. Para aquellos que, por alguna razón, sienten que el mundo teatral ya no ofrece lo que estudiaron en las clases clásicas de literatura, esta representación se erige en un homenaje a esos momentos de epifanía artística del pasado.
'Proserpina' es un abanico de emociones, sí, pero cuidadosamente seleccionado por la mano de quien valoró lo que de verdad cuenta, hasta el final mismo de la obra. Sucesos que no necesitan aderezos ni discursos intermedios. Una exploración teatral que se sostiene por su propia honestidad.
Los defensores de las nuevas formas teatrales creídas a perturbarán al saber que una obra puede seguir siendo relevante, poderosa y, sobre todo, conscientemente conservadora. Sí, desafía las tendencias de lo contemporáneo, pero lo hace para recordarnos que la historia, si se conserva y no se retuerce, es en sí misma una gran obra.
Para quienes siguen apostando por el rescate de la tradición frente a los anuncios de cambio tan vacíos como siempre, 'Proserpina' es una celebración sobre el escenario, una rebelión contra lo que simplemente es moda pasajera.