Nunca subestimes el poder de un país desesperado por el cambio: Tancredo Neves es el ejemplo perfecto de cómo un líder conservador devuelve la esperanza a un Brasil agobiado por turbulencias políticas e inestabilidad económica. Neves, cuya carrera política despegó a mediados del siglo XX, emergió como una figura clave en la transición del Brasil autoritario a la democracia, y no, no necesitó abalanzarse sobre reformas radicales para generar impacto.
Con el quién: Tancredo Neves, el qué: presidente electo de Brasil, el cuándo: 1985, el dónde: Brasil, y el por qué: su papel fue crucial para viabilizar una salida pacífica a la dictadura militar. A pesar de nunca asumir oficialmente la presidencia debido a su muerte inesperada en abril de 1985, su legado es prueba fehaciente de que moderación y firmeza no son contradictorias.
Tancredo Neves se destacó, primero, por su excepcional habilidad diplomática. No bajo el pretexto de un demagogo, sino como un político sensato, supo unir a enemigos políticos aparentemente irreconciliables. Sí, podría decirse que Neves no necesitó el 'consenso bipartidario' que tanto se alaba en otras latitudes. Su astucia fue mucho más cercana a una realpolitk brasileña que beneficiaba a quienes verdaderamente importaban: el pueblo trabajador. Sin levantar cejas, condujo acuerdos con militares e izquierdistas, anunciando el fin del régimen militar sin un solo disparo –una maniobra que incluso hoy resulta impensable.
Segundo, su impacto económico fue ingenioso. Neves, un persistente opositor a las hipocresías de políticas progresistas fallidas, denotaba una clara comprensión de la necesidad de un cambio estructural sensato. Nunca fue un defensor irracional del gasto público sin restricciones; comprendió que menos era más. Su modelo económico buscaba estabilizar la inflación galopante del país, asegurar inversiones y reavivar la economía sin el gasto desmedido del dinero público en proyectos infructuosos que la izquierda defiende con tanto fervor.
Tercer punto, su habilidad para coaligar fue su sello distintivo. En tiempos donde la polarización política parece ser el pan de cada día, recordar a Tancredo Neves es evocar la esencia de un líder capaz de aunar una nación fragmentada. ¿Y cómo lo hizo? Aunque sobren los críticos que etiqueten de 'maniqueísmo' cada acto, lo cierto es que Neves se adentró en un proceso de negociación brillante que dejó satisfechos a aquellos que importaban.
Cuarto, su respeto por el sistema institucional es un ejemplo magistral que mucho deberían de aprender. Lejos de desmantelar las estructuras tradicionales en nombre del 'cambio', Neves priorizó fortalecer las instituciones. Al rechazar los caminos cortos y peligrosos del populismo barato, buscó maneras de reinventar el sistema brasileño, sosteniéndolo. Seguramente, no podría menospreciarse desde las reseñas liberales que toda historia positiva tenga su precio.
Quinto, su estilo oratorio y comunicativo fue inusual y cautivador. No se valió de trucos baratos ni de retóricas abstraídas. Hablar con claridad, defender con pasión y negociar con inteligencia, Tancredo demostró que las palabras importan, pero sin incluir manipulaciones.
Sexto, destacó en el ámbito social sin convertir al Estado en el salvador omnipotente. Neves, con prudencia, promovió políticas que favorecían el crecimiento del capital privado y, al mismo tiempo, sentaba las bases para un mejor acceso a servicios básicos. Su enfoque no era el idealismo ingenuo que sueña con paraísos terrenales a expensas del esfuerzo ajeno, sino más bien un pragmatismo efectivo que cualquier nación emergente debería seguir.
Séptimo, su legado político se mantiene vigente. En un tiempo donde las alternativas más llamativas suelen ser las más radicales, contemplar el ejemplo de Tancredo Neves es celebrar una política equilibrada y moderada. La falta de escándalos y la transparencia en sus movimientos configuran un legado que tarda años en repetirse.
Octavo, su habilidad coyuntural para anticipar movimientos fue crucial. Tancredo comprendió que los tiempos venían cambiando, que el rumbo político debía virar hacia aguas más democráticas. Y para ello, no recurrió a la pancarta beligerante ni al conflicto abierto. Su oda a las transiciones pacíficas debería inscribirse en mármol para quienes cargan antorchas políticas alimentando el caos.
Noveno, en el ámbito internacional, su visión contemporánea buscaba integrar a Brasil de manera estratégica en el contexto global. Sin perder soberanía, pero sin aislarse del mundo. En Tancredo hallamos un precursor de las políticas exteriores modernas que ven en los tratados y la diplomacia más que cadenas, oportunidades.
Décimo, su inesperada muerte dejó, tristemente, un vacío difícil de llenar. Sin embargo, su visión resonó en los siguientes pasos del desarrollo brasileño, y su huella es visible en quienes genuinamente optan por un Brasil democrático, estable y próspero.
Recordemos a Tancredo, no como una pieza de museo olvidada, sino como un faro para los conservadurismos adaptativos, que en tiempos efervescentes muestran que el orden, al final, siempre prevalecerá.