¿Quién tiene el control supremo de las fuerzas armadas más grandes del mundo? No es nadie menos que el Presidente de la Comisión Militar Central de China. Este poderoso cargo político es ocupado por Xi Jinping desde 2012. La Comisión Militar Central (CMC), que lidera desde Beijing, es el cuerpo superior que gobierna el Ejército Popular de Liberación, una fuerza crucial en el escenario global, especialmente en una era de creciente influencia y poder militar chino. Xi Jinping, como líder, no solo controla militarmente, sino que también garantiza la seguridad interna de su partido y sus políticas, reafirmando el control centralizado que es el sello de su mandato.
La CMC es clave para entender la estructura del poder en China. Es la institución donde se decide la proyección de fuerza del país tanto internamente como en regiones estratégicas, el Mar de China Meridional y más allá. Toda la operación y modernización de sus capacidades militares, tanto convencionales como nucleares, pasan por este órgano. Mientras algunos prefieren ignorar la acumulación de poder de estas estructuras, subestimarlas es no conocer la realidad del ascenso chino. Xi Jinping, quien ha centralizado más poder de lo usual en una sola persona, utiliza este cargo para intervenir en todo lo relacionado con la defensa, asegurando que no haya ni una fractura en el mando. No se equivoquen, en China, uno no vota para decidir su futuro político: se le asigna.
La historia de la CMC está llena de maniobras inteligentes. Originalmente formada en la era de Mao Zedong, ha sido consistentemente un trampolín esencial para que los líderes del Partido Comunista aseguren control absoluto. Así han sido manejados los aparatos militares, y en cada transición, la tendencia ha sido hacia fortalecer y centralizar esa autoridad. Pero bajo Xi, esta tarea se ha llevado al máximo sin mucho titubeo.
Xi ha transformado la CMC, haciendo hincapié en el avance tecnológico militar, innovación y expandiendo la influencia naval. Mientras algunos países se sumergen en interminables debates sobre cómo financiar o modernizar sus fuerzas armadas, China avanza con determinación. Bajo un comando claro y sin vacilaciones, está impulsando toda clase de proyectos, desde portaaviones al más alto nivel hasta sistemas espaciales militares. Las doctrinas de defensa en China son claras y eficaces, sin burocracia sin sentido que frena el progreso, un lujo que muchos en Occidente parecen haberse olvidado que es esencial.
¿Recuerdan la época en que los liberales creían que el mundo sería más seguro con la integración global? Resulta que no integraron las ambiciones chinas en esa ecuación. Xi Jinping ha utilizado la plataforma de la CMC para enviar un mensaje claro: el poder militar chino no solo está creciendo, sino que también está preparado para defender sus intereses a nivel global. Las afirmaciones territoriales en la región Asia-Pacífico no son un simple capricho, sino una estrategia calculada respaldada por una impresionante capacidad militar.
La presencia de la CMC va más allá de las fronteras de China. A través de alianzas estratégicas y ventas de armas a países en desarrollo, China se asegura de tener una red de influencia que, combinada con proyectos como la Iniciativa de la Franja y la Ruta, se convierte en un tentáculo económico-político que abarca muy lejos. El Presidente de la CMC supervisa las relaciones militares con aliados estratégicos y gestiona el discurso de defensa global de China, asegurando siempre el misterio y calculada fricción que hace que el mundo entero mantenga la atención.
Pero, ¿de qué nos sorprendemos? Es consistente con la paradoja que Arendt mencionó: el poder totalitario no busca el consentimiento porque es una cosa menor, y eso lo entendió la administración comunista más grande del mundo. La CMC, bajo Xi, no es diferente. El control total permite actuar sin interferencias externas que diluyen las decisiones. Si algunos países pasan meses debatiendo si aumentar el presupuesto en defensa, China ya ha desplegado recursos adicionales.
A largo plazo, el rol del Presidente de la Comisión Militar Central, especialmente bajo un líder como Xi Jinping, nos recuerda la importancia de la voluntad y el poder como factores que realmente moldean el orden mundial. Olvidar eso es abrir la puerta a un mundo donde esos valores fragmentados no podrán competir con la unidad militar y política de países con sistemas de control centralizado más sólidos y efectivos.