Los Premios MTV Video Music, el espectáculo de las excentricidades y las ocurrencias más absurdas, vuelven cada año como si su única misión fuera empujar aún más los límites de lo aceptable. Desde su creación en 1984, este evento se presenta como la gala donde la música y el arte visual se encuentran, pero ¿quién iba a decir que se convertiría en un escaparate de lo extravagante y lo políticamente correcto? Celebrado generalmente en algún punto glamurosos de Estados Unidos, los premios reúnen a artistas que buscan el protagonismo a través de polémicas presentaciones y discursos que muchos llaman 'rebelión' pero que otros vemos como un intento desesperado por un minuto de fama. No se equivoquen, lo atractivo para sus seguidores es precisamente el exceso y el drama en escenas que generan titulares al día siguiente.
Cada año, los Premios MTV Video Music parecen menos sobre la música y más sobre cuál celebridad puede empujar más fuerte la frontera de lo cool
(o del escándalo). Puedes contar con que habrá una actuación que incite alguna forma de indignación o comentarios que intenten reestructurar algún contexto social. Claramente, aquí nadie está interesado en discursos conservadores, pero ahí está el truco. Con cada nuevo show nos preguntamos si hemos sido testigos de otro paso más hacia el deterioro cultural. Sin embargo, para aquellos que llegan con el afán de encontrar alguna joya musical escondida, aún hay artistas con verdadero talento que logran brillar a pesar de la cacofonía reinante.
La política de inclusión ha llegado a tal extremo que algunos llamarían a estos premios como un desfile de la ironía moderna. Actuaciones coreografiadas al milímetro, aunque innecesarias, presentan una falsa imagen de unidad, haciendo que algunos televidentes cambien de canal ante tal despliegue. Si bien se promueven discursos de tolerancia sobre diversidad y aceptación, detrás de bambalinas, la competencia y la presión para sobresalir sigue siendo igual de feroz y divisiva. En un mundo ideal, tendríamos premios para los talentos musicales genuinos por sus méritos artísticos, pero el espectáculo se ha encargado de reducir esto a un segundo plano.
Los Premios MTV no carecen de controversia, y eso no es algo que podamos ignorar tan fácilmente. ¿Cuántos escándalos tendrá que soportar el público para reconocer que se están vendiendo fuegos artificiales en lugar de arte real? Porque vamos, con todo y su apariencia de modernidad y rebeldía, muchos ven en ellos el pico de una decadencia que invade las esferas del entretenimiento. Al final del día, se trata del mito de la relevancia cultural. ¿Realmente es relevante? Porque lo que pasa es que más y más se convierten en un reflejo de lo que la modernidad ha llevado a considerar como relevante.
Una de las críticas más comunes es cómo estas ceremonias se aferran a la idea de notoriedad sin sustancia. La moda, los trajes estrafalarios, los discursos exagerados y el espectáculo visual han usurpado el lugar de la verdadera celebración de logros artísticos. Mientras algunos celebran la libertad de expresión, otros estamos más preocupados por el mensaje que persiste: la tolerancia forzada no es tolerancia genuina. Las verdaderas estrellas quedan eclipsadas por la multitud de celebridades pasajeras, cuyo principal objetivo es causar revuelo, generalmente a expensas del arte genuino.
Pero lo que se celebra también se critica. La constante búsqueda de atención y la política ostentosa que rodea a los Premios MTV Video Music es un dilema para muchos. Con su enfoque en la política de identidades, es como si el propósito musical de estos premios hubiese pasado a un segundo o tercer plano, cediendo protagonismo a las causas del momento que buscan una plataforma. Resulta irónico que, en un evento que debería ser sobre reputar talento y creatividad, a menudo se sacrifique el núcleo artístico en favor de una imagen más vibrante, pero superficial.
Muchos de los asistentes e incluso algunos ganadores de los premios parecen más interesados en hacer una declaración política que en hablar sobre sus trabajos. La mezcla de cultura de celebridad e ideología es embriagante, dejando el verdadero mérito de la producción audiovisual musical para otro día. Mientras tanto, la maquinaria mediática nunca duerme, reemplazando la atención sobre la habilidad con el ruido.
No se puede negar que estas ceremonias siguen siendo un espectáculo anual que atrae a millones de espectadores, alimentando ansias de drama en un mar de entretenimiento trivial. La pregunta que queda es: ¿hasta cuándo se sostendrá este castillo de naipes antes de que busquemos valores más sustanciales en lugares menos ruidosos y más auténticos? El legado de los MTV Video Music Awards es una demostración eterna de esto.