Si pensabas que habías oído todo sobre la imperturbable fe católica en el mundo andino, espera a conocer la Prelatura Territorial Romana Católica de Santiago Apóstol de Huancané. Esta joya de devoción se estableció en el Perú, específicamente en la provincia de Huancané, el 3 de abril de 2019. Este día, una nueva luz brilla sobre las tierras de los Aymaras. ¿Por qué? Porque fue creada por el Papa Francisco, ese líder que bandazos de lado a lado, a veces olvidando la importancia de las tradiciones firmes. Pero dejemos eso de lado por un momento.
Esta prelatura es un ejemplo de fidelidad a la Iglesia en una época en que muchos buscan cualquier excusa para desmarcarse de la tradición. Nos preguntamos, ¿qué es lo que hace a Huancané tan ejemplar? Aquí la fe no es solo una palabra, es un estilo de vida, y la prelatura ha sabido integrar sus practicas en la vida cotidiana de sus habitantes, manteniéndolos anclados en lo que es realmente importante, mientras el caos del exterior arremete sin piedad.
¿Por qué Huancané y no otra región? La elección de esta localidad no es casualidad. Ubicada en la región de Puno, donde la altitud desafía incluso a los espíritus más fuertes, la gente de Huancané ha sabido conservar unas tradiciones culturales que son tan firmes como el granito de sus montañas. Estas costumbres han sido la base por la cual el catolicismo ha encontrado un espacio fértil para florecer.
Hablemos de lo práctico. La prelatura cubre una vasta área de más de 23,000 kilómetros cuadrados y sirve a una población que sobrepasa los 200,000 habitantes, la mayoría de quienes no solo practican el catolicismo, sino que lo viven intensamente. Suena casi irónico, que en esta era digital, donde cualquier información está al alcance de una pantalla, los rituales y ceremonias religiosas ancestrales continúen siendo el centro de la vida social.
La prelatura no es solo una estructura eclesiástica fría; es un verdadero refugio espiritual que ofrece una serie de programas dirigidos a fortalecer la fe. Un sacerdocio enérgico se ha dedicado a la formación de jóvenes para que, en lugar de dar la espalda a su cultura y creencias, abracen su herencia católica con fuerza. Los jóvenes de aquí no están siendo adoctrinados con ideologías globalistas que buscan borrar sus orígenes; se les enseña a estar orgullosos de ser quienes son.
Por supuesto, no todo es perfecto. No podemos ignorar el estado precario del sistema educativo secular de la región, que a menudo parece más concentrado en agendas progresistas que en preparar a los estudiantes para el mundo real. Y es aquí donde la prelatura viene al rescate, esforzándose por no solo predicar sobre el más allá, sino también capacitar en habilidades que sirvan a los jóvenes en la vida terrenal.
Algunos podrían argumentar que la prelatura podría hacer más, quizás creando más centros educativos hiper-modernizados. Pero, ¿quién necesita centros esterilizados cuando se cuenta con el poder transformador de la fe? Una fe que aquí se vive con tal intensidad, que no depende de modas pasajeras ni de opciones rápidas que prometen ir un paso más allá pero terminan atrapadas en la banalidad.
¿Por qué es tan importante mencionar todo esto? Porque en un mundo que busca dar más importancia a lo que divide que a lo que une, la Prelatura de Huancané se erige como un estandarte de unión y fuerza. Es un recordatorio de que hay lugares donde la tradición aún significa algo, donde la fe no está devaluada por intereses políticos o económicos.
Y mientras algunos en círculos progresistas podrían desear que tales estructuras sean cosa del pasado, aquí en Huancané, la prelatura no está solo sobreviviendo, sino prosperando. Prosperando en un ambiente desafiante, sí, pero uno que solo hace que los corazones sean más fuertes y la fe más profunda.
Al recordar la importancia de la Prelatura Territorial Romana Católica de Santiago Apóstol de Huancané, observamos un fenómeno que parece haber sido enterrado en el mundo occidental: la importancia de la comunidad, unida no por intereses individuales, sino por una creencia compartida que trasciende el tiempo. Y eso sí que es algo para celebrar.