¡Bum! Sudáfrica, el país que a menudo oímos mencionar por sus riquezas naturales y su lucha histórica contra el apartheid, tiene un actor poco comentado cuando se habla de orden público: la Policía Municipal. Quien lo diría, en ciudades como Ciudad del Cabo y Johannesburgo, estas fuerzas municipales han adquirido poder y protagonismo. Están para supervisar el caos y lidiar con lo que muchos de sus críticos llaman una idea de "limpiar la ciudad". Pero, ¿qué tan efectivos son realmente?
En Sudáfrica, la desconfiada clase política, que cree más en las palabras que en los hechos, ha permitido a la Policía Municipal actuar de manera decidida para mantener a raya los desmanes. Están operando desde inicios de la democracia, cuando en 1994, Nelson Mandela fue elegido presidente y se puso fin a la era del apartheid. Si pensabas que esta fuerza es cosa de otros mundos, piénsalo nuevamente. Esta idea sin duda pica a aquellos que desearían un país libre de autoridad y control. Ciertamente, no es un país donde la seguridad sea un privilegio, sino una necesidad.
Pero, antes de que pienses que estas fuerzas son agentes con superpoderes, o algo por el estilo, permiten tomar perspectiva. Están encargados de hacer cumplir las ordenanzas municipales; sin ellos, nuestros queridos urbanistas liberales verían sus nuevas zonas desarrolladas dejar de ser un paraíso utópico para convertirse en un caos sin sentido. Claro, cuando los ciudadanos piensan en la Policía, piensan en la que abordan crímenes de alto perfil; pero las municipales tratan con las infracciones que menospreciamos mientras gritamos por un orden que no cumplimos.
La policía municipal es parte de un esfuerzo por descentralizar el poder policial y delegar más responsabilidades a nivel de ciudad. A diferencia de los servicios policiales nacionales, estas unidades se centran en la seguridad local y la aplicación de las ordenanzas, señalización, control de tráfico y, en cierta medida, el contacto directo con las comunidades a pie de calle. Innegablemente, algo que ningún romántico soñador podría materializar, pero que a menudo es el tipo de enfoque que resuelve problemas simples que arruinan experiencias diarias.
La Policía Municipal en Sudáfrica ofrece una solución pragmática para discernir en muchos tópicos críticos: la grave crisis del tráfico, espacios urbanos y patrullar comunidades. Aquí es donde evidencian su utilidad. Los que se quejan de una mano dura tal vez prefieren vivir en una burbuja donde el desorden no afecta la calidad de vida de sus conciudadanos. La moral y la ley van de la mano, al menos a nivel local.
Pero antes que se nos tache de ciegos por no mencionar sus fallos, sí, son imperfectos. Hay preguntas sobre la capacitación adecuada, desconfianza por corrupción y, claro, el eterno meme de la fuerza excesiva. Pero siempre existe una solución a estos problemas, aunque a unos no les guste escucharla.
Los verdaderos contratiempos se ajustan a una nación que aún busca encontrar su camino después del apartheid, lo que significaba redefinir enfoques locales en lugar de solo nacional. Este, amigos míos, es el enigma que lanzamos a la famosa élite progresista: ¿es inaceptable aceptar el orden protector?
Porque enfrentémoslo, no todos tienen la mentalidad de "vivir y dejar vivir". En ocasiones, el vivir también requiere de normas ordenadas. Sin estas reglas cuidadas y aplicadas, las ciudades sudafricanas perderían su identidad, navegando entre el caos y la indisciplina. Y para aquellos que creen lo contrario, les dejo con este pensamiento: ¡La verdadera justicia se impone cumpliendo y gobernando a nivel municipal!