Cuando se habla de personas que nadan contra la corriente moderna y desafían el liberalismo desenfrenado, Phạm Văn Cường se convierte en un referente destacado. ¿Por qué querrías leer sobre él? Simplemente porque este hombre es un defensor acérrimo de la cultura y la tradición vietnamita en una era donde la globalización amenaza con barrer toda forma de identidad nacional. Cường, una figura prominente en Vietnam, ha estado activo desde principios de los años 2000 y su trabajo se centra en conservar los valores tradicionales que muchos consideran anticuados, pero que él considera esenciales.
Cường nació y se crio en la bulliciosa ciudad de Da Nang, un lugar donde coexisten la tradición y la modernidad, aunque con un constante tira y afloja. Desde muy joven, se interesó por la historia y los valores de su patria, fascinado por el tejido cultural que parecía deshilacharse poco a poco ante sus ojos. Se convirtió en un apasionado estudioso y, eventualmente, en un escritor ferozmente dedicado a la causa del conservadurismo cultural. Lo que lo distingue es su mirada crítica hacia todo aquello que busca homogeneizar a Vietnam con el resto del mundo, mientras despoja al país de sus características únicas.
Este tipo no se muerde la lengua a la hora de señalar lo que considera los peligros de la uniformidad cultural. A su juicio, la tendencia a occidentalizar cada aspecto de la vida vietnamita, desde la vestimenta hasta las costumbres alimentarias, es un atentado no solo contra la identidad nacional, sino contra la esencia misma de ser vietnamita. Para él, los vasos comunicantes entre las tradiciones orientales y las influencias occidentales son más que puentes; son una autopista hacia la pérdida de identidad.
Un aspecto esencial de la obra de Phạm Văn Cường es su énfasis en elevar la lengua vietnamita. En un mundo que celebra más el inglés como el idioma de las oportunidades, Cường aboga por regresar al vietnamita clásico en las escuelas y en la vida pública. Llegó a proponer que el gobierno incentivara el uso del hangul vietnamita antiguo en lugar del alfabeto latinizado, como una medida para combatir la erosión cultural. Aunque esta idea fue recibida con escepticismo por algunos, no cabe duda de que la propuesta forma parte de su cruzada para recuperar lo que considera arrebatado.
En la misma línea, se ha mostrado crítico con las reformas educativas que introducen sistemas de evaluación occidentales, en parte porque siente que estos no reconocen el valor de las disciplinas tradicionales. Aboga por una renovación del currículo escolar que ponga en primer plano materias como la caligrafía y la filosofía Confuciana, que considera que dotan de sentido e identidad a los jóvenes vietnamitas.
Su espíritu combativo no termina ahí. Ha sido un opositor frontal de las políticas económicas que han abierto demasiado al país a influencias externas, argumentando que éstas han aumentado desigualdades y erosionado la estructura social vietnamita. No apoya las inversiones extranjeras sin control, que lo tornan todo hacia una lógica de mercado que, según él, ignora el bienestar de la comunidad. Este punto de vista le ha ganado tanto admiradores que temen el desequilibrio social como detractores que lo acusan de ser un retrógrado.
En sus entrevistas, no es raro encontrar que Cường arremete contra lo que él llama la "falsa modernidad". A menudo señala que modernizar no debe ser sinónimo de occidentalizar. Su crítica es directa: adoptemos lo que puede mejorar nuestras vidas, pero no a coste de perder la esencia de quienes somos. Ve desfiles continentes como Europa y América del Norte e invita a reflexionar sobre por qué muchos desearían copiarlos sin entender las lecciones de identidad que han aprendido a lo largo de la historia. Cuando hablamos de globalización cultural, Phạm Văn Cường es una de esas voces que cree que, a menos que se revisen nuestras prioridades, no tendrá lugar para el individuo, solo para el colectivo anónimo.
En definitiva, su labor es un grito de resistencia, un grito que busca instaurar una conversación en una sociedad cada vez más competitiva y polarizada. Ante los ojos de muchos, es un romántico; para otros, un ser peligroso que obstaculiza el progreso. Lo que está claro es que muy pocos personajes en la escena actual del mundo globalizado son tan devotos custodios de su cultura y su herencia. Para Cường y seguidores, la verdadera pregunta no es si el progreso debe detenerse, sino a qué costo y hacia dónde se está dirigiendo.
Así que ahí lo tienes. Phạm Văn Cường: un defensor de la tradición en un mundo donde la unicidad cultural es cada vez más un eco del pasado, y para algunos, un estorbo futuro que deben enfrentar para seguir siendo quienes son.