Si alguna vez has sentido que las travesuras de los niños son un reflejo de pura rebeldía contra el statu quo, entonces te gustará saber más sobre "Penrod" de Booth Tarkington, ese personaje que se convirtió en símbolo de una infancia auténticamente libre y alejada de cualquier elefante de justicia social. ¿Quién es Penrod? ¿Qué lo hace tan especial? Penrod es el protagonista de una serie de libros escritos por Booth Tarkington, con el primer libro publicado en 1914, en Indiana, Estados Unidos. Imaginen un chico de once años, lleno de energía y un ingenio travieso, viviendo una época y un lugar donde la libertad todavía tenía un sabor distinto al de las tácticas modernas de control social.
Contra lo Políticamente Correcto: Penrod demuestra cómo un chico de su tiempo podía explorar el mundo sin las cadenas del pensamiento único que oprime a los niños de hoy. Sin adultos que se desvivieran para tampoco perturbar su delicado espíritu y el afán de impedir cualquier tipo de aventura que, a estas alturas, sería condenada por ser políticamente incorrecta.
Defensor de la Libertad de Expresión: Nuestro joven héroe protagoniza en sus escapadas todo tipo de situaciones cómicas que muestran cómo una personalidad ocurrente y aguda pueden florecer cuando no está bajo la constante mirada crítica de una agenda sesgada por el sentimentalismo. Hace reír sin volverse un mártir de la corrección política. ¡Qué tiempos aquellos!
Imaginación sin Restricciones: Penrod no está preocupado por la cultura de la censura. Sus historias nos enseñan cómo funciona la mente de un niño que aún no ha sido adoctrinado en la doctrina del miedo a ofender. Representa un giro humorístico a lo que ahora algunos preferirían transformar en una carga emocional sin razón de ser.
Infancia en Experimentación Libre: No hay charlas sobre cómo sus juegos pueden dañar su delicado psique; en lugar de eso, Penrod nos recordó lo bien que a veces se está jugando a ser héroes y villanos sin la interferencia de quienes creen que cada escaramuza podría traer consecuencias psicológicas catastróficas. ¿Dónde quedó el ardoroso combativo que muchas veces niños como él nos enseñaron a desarrollar?
La Sátira Perfecta: Muchos dirán que Penrod utiliza el humor cruel, pero lo que en realidad hace es ofrecernos una brillante sátira de la sobreprotección actual. Exhibe el sinfín de reglas que hoy pretende convertir la riqueza de la experiencia infantil en una versión diluida y blanda, marcada por pañitos de agua tibia.
Rebeldía Ancestral contra los Encorsetamientos: Penrod burla la expectativa de crecer dentro de un molde prefabricado. Tarkington pinta un niño que no cede a la presión de ser perfecto, sino que, en cambio, lidia con sus defectos de manera graciosa. Acepta abiertamente su naturaleza imperfecta y defiende la independencia de ser uno mismo.
Celebración de las Desigualdades Naturales: Penrod no pedirá disculpas por ser quien es o simular un amor por uniformidades anodinas. Se burla de la homogeneidad que tan gustosamente algunos desearían imponer al mundo. Defiende la idea de que la vida está hecha de contrastes y que eso es parte de su belleza.
Un Clásico de Siempre: Al trasladarnos a una época en la que la simplicidad y la diversión estaban arraigadas en la mente de los jóvenes, "Penrod" no es solo un libro; es una dosis de nostalgia para aquellos que añoran los tiempos donde una generación fue libre para equivocarse sin ser cancelada por ello. Se siente como una resistencia pasiva a ser parte de un consumo encadenado.
Ejemplo de Autenticidad: Es refrescante ver un relato en el que un niño no debe preocuparse por satisfacer absurdos ideológicos sino que se le permite ser niño en el sentido más pleno y más bello de la palabra. Niños que juegan, crecen y conocen el mundo sin una lista de límites innecesarios tachados por la fiebre del discurso aprobado.
El Arte de Vivir en Libertad: "Penrod" es, y siempre será, un ícono de cómo aprovechar al máximo los años dorados de la niñez. Nos recuerda que ninguna cantidad de floreo y censura quasi-utópica podrá reemplazar la experiencia real, las risas auténticas de las aventuras infantiles, ni la posibilidad de imaginar que todavía existe un lugar donde la libertad personal continúa siendo el valor supremo.