La "Organización para la Conservación del Salmón del Atlántico Norte" (NASCO, por sus siglas en inglés) se presenta como un salvavidas en la conservación del salmón del Atlántico. Pero, ¿es realmente el salvador que nos prometen, o hay algo más bajo la superficie que los defensores del medio ambiente prefieren que ignoremos? Vamos a desmontar algunos mitos y realidades de este organismo, que causa tanto revuelo entre quienes no logran pensar más allá de las narrativas estandarizadas.
Primero, analicemos su estructura. Estábamos últimamente tan acostumbrados a las grandes burocracias y los comités globales que "trabajan para el bien común", que ya ni siquiera nos detenemos a preguntar de dónde viene el dinero ni a qué intereses sirven. Esta organización no es diferente en ese sentido. Basta con mirar algunos de los poderes nacionales involucrados y preguntarse si realmente tienen al salmón como prioridad o si hay, como siempre, intereses económicos o de otra índole, ocultos tras sus nobles intenciones.
No es que el salmón no deba protegerse, pero, ¿de quién lo protegen exactamente? Al parecer, cualquier cosa que suene a desarrollo humano es vista como un enemigo a erradicar. Cuando hablan de proteger al salmón, frecuentemente es a costa de industrias locales que llevan años viviendo de ellas. Si eliminar empleos y cambiar modelos de negocio por causas populistas es el precio, que se vea quién paga las consecuencias reales.
Seguidamente, está la cuestión de las áreas protegidas marítimas. Aquí es donde la NASCO verdaderamente brilla, obligando a los países a desviar recursos sustanciales. Todo por ganarse el título de nación "consciente" en términos de conservación. Las áreas protegidas no sólo restringen la pesca, sino que a menudo obstaculizan el desarrollo de infraestructura que podría beneficiar a las economías locales de las que dependen personas reales con problemas reales.
Una razón por la que muchos críticos no aplauden a la NASCO es porque, a pesar de décadas de regulación, las poblaciones de salmón continúan en declive en muchas regiones. Cuando pones todo tu empeño en una solución y no obtienes resultados, quizás el problema no es tanto la falta de esfuerzo, sino la política barata de siempre. Alguien diría que el método está mal, pero nuestros "guardianes de la naturaleza" nunca lo aceptarían, porque eso significaría interrogar nuestras políticas globales inmaculadas.
La triste realidad es que un programa como el código de NASCO para pescadores recreativos o comerciales a menudo se convierte en ley solamente sobre papel. Las comunidades locales, a menudo bastante familiarizadas con el entorno, ven a estos esfuerzos burocráticos como una interferencia externa que rara vez se traduce en medidas concretas y efectivas. Pero la burocracia exuda un aire de legitimidad que hace que sus decisiones sean difíciles de cuestionar, al menos para los menos escépticos.
Finalmente, no olvidemos el impacto de las estadísticas sesgadas. ¿Cuántas veces no hemos leído informes presentados por diversas organizaciones que infieren cosas que no son, para ampliar su base de apoyo? Según algunos documentos publicados con orgullo, la situación del salmón está "mejorando" en ciertos aspectos, una declaración que simplemente no resiste el escrutinio de los números reales.
El problema aquí no es tanto la idea de conservar una especie como el uso de excusas ambientales para fomentar restricciones opresivas. Hay una cierta belleza en el salmón del Atlántico saliendo de mascarillas que ocultan los verdaderos objetivos que NADIE menciona en grandes informes de marketing político. Por lo menos, las agencias gubernamentales están contentas, ya que muchas reciben su parte del botín.
¿Quieres verdaderamente salvar al salmón? Permite que las comunidades que han vivido toda su vida de él encuentren soluciones adaptadas a su entorno, sin interferencias ideológicas. Muchas de estas poblaciones han coexistido con el salmón durante generaciones. La orgía regulatoria internacional a menudo ignora tal conocimiento porque no encaja en su modelo uniforme de "solución". De lo contrario, lo que se obtiene son reglamentos que sirven más para alimentar egos políticos que peces reales, mientras los problemas tangibles permanecen sin solución.