La poesía es como una antigua barra de chocolate que ha sido abusada por el tiempo y los agentes de cambio modernos. 'Oculus', una colección de poesía publicada por una ideóloga del caos llamada Sally Wen Mao en 2019, busca descifrar y armonizar conceptos de tecnología y raza en un mundo cada vez más absurdo. Pero, ¿realmente logra esto o simplemente ayuda a aumentar el spam poético que se vende como arte en la actualidad?
Primero, hablemos de Mao. Una autora nacida en Wuhan, China, que salió de Iowa con un título en escritura creativa. Su trabajo se caracteriza por estar en constante ebullencia, reflotando lo que todos ya tenemos hasta el cansancio: política de identidad y tecnología moderna, con un toque de nostalgia futurista. Al leerla, te preguntas si acaso la narrativa tradicional y el ritmo poético han sido sacrificados en el altar posmoderno de lo raro y lo digital.
'Oculus' se lanzó hace unos pocos años, pero vaya, parece que fue hace siglos. Publicada por Graywolf Press, esta colección intenta generar consciencia sobre la representación de las razas asiáticas en los medios de consumo popular y su persistente invisibilidad en un mundo cada vez más inmerso en lo digital. Pero aquí está la cuestión: ¿es este un intento genuino de poesía valorada por su calidad estética, o es simplemente un vehículo para declaraciones políticamente cargadas?
Lo primero que notas al abordarlo es su intrincado formato. Intenta parecerse más a un código que a una poesía, lo cual podría ser un atractivo para algunos. Pero para aquellos que aprecian las buenas formas y el arte que no necesita una guía para ser comprendido, 'Oculus' se siente más como una pérdida de tiempo que un descubrimiento literario.
Si decides embarcarte en este viaje experimental, te enfrentarás a versos que saltan de la inteligencia artificial a Anna May Wong, evocando un collage de imágenes y pensamientos tan inconexos como un collage de Pinterest. Sally Mao invita a cuestionar la validez de las percepciones de los asiáticos en los medios de, por ejemplo, Hollywood, al tiempo que expresa la desconexión que siente en este mundo. Sin embargo, el intento de alcanzar estas cumbres emocionales a menudo se cae por los precipicios de su complejidad autoimpuesta.
Aparte de su formato complicado, no se puede negar que es refrescante ver a una poeta manos a la obra para enfrentar cuestiones como la representación y la identidad. Algunos incluso podrían argumentar que Mao logra capturar algunos momentos vívidos con su lenguaje detallado. Pero al mismo tiempo, uno se pregunta si este tipo de creatividad viene simplemente a servir a las masas que quieren ser vistas como progre-inteligentes más que ofrecer un mensaje común que una a todos sin sesgos políticos.
Quizá una de las únicas cosas que 'Oculus' ha logrado realmente es despertar el debate. Si bien algunos aplauden su atrevimiento y creatividad, otros señalan su falta de substancia real y su desempeño como un teatro de absurdidades contemporáneas. ¿Es la poesía moderna un lugar de exploración genuina o un campo de batalla ideológico donde solo unos pocos pueden salir ilesos?
A fin de cuentas, se podría resumir 'Oculus' como una colección con una premisa interesante pero, al mismo tiempo, infatigablemente atrapada en su propio juego de espejismos intelectuales. Mientras el resto del mundo busca conexiones reales más allá de lo superficial, Mao nos ofrece un laberinto casi incontrolable de autorreflexiones mediadas por la pantalla. Quizás su mérito radique en su habilidad para saber que en un mundo cansado de lo políticamente correcto, se puede vender poesía bajo el halo de ser diferente, aunque eso signifique perderse en lo intangible.