El álbum 'Observando a las Personas' es un viaje musical que muchos preferirían evitar. Su título ya sugiere lo que vamos a encontrar: una observación, tal vez crítica, de lo que somos. Pero ¿qué observa en realidad? Lo primero es que no deja indiferente. Aunque algunos dirían que es una joya musical, la verdad es que tiene más de un par de piropos a las sombras de nuestra sociedad.
Una de las primeras impresiones al escuchar este álbum es que no teme señalar. Sus letras parecen disparar sin piedad a la multitud, algo que podría incomodar a muchos. Las voces no son precisamente suaves y las melodías se sienten crudas, cargadas de una verdad que incomoda. Todo está diseñado para hacernos pensar, y eso es justo lo que hace falta en estos tiempos de corrección política.
Los artistas detrás de este trabajo están claramente en una misión. No quieren simplemente entretener; quieren provocar. En una época donde la censura disfrazada de sensibilidad está a la orden del día, agradecer que haya quienes se atrevan a romper las barreras del conformismo. Las letras del álbum son un vivo ejemplo de cómo la música puede ser un poderoso vehículo de autenticidad, y quizás, los que tienen miedo de enfrentarse a esta autenticidad son quienes tienen algo que esconder.
La diversidad de estilos dentro del álbum puede ser abrumadora, pero es parte de su encanto. No se centra en satisfacer a un solo tipo de oyente sino que busca explorar múltiples estilos musicales. Esto demuestra un conocimiento profundo de lo que significa ser humano y, a la vez, una falta de interés por complacer a todos. ¿Por qué deberíamos buscar la aceptación cuando el verdadero arte a menudo es controvertido?
En 'Observando a las Personas', las mentiras sociales quedan al descubierto. Las canciones destacan las facetas oscuras de los juegos de poder cotidianos. Con melodías que saltan de la calma al caos, retrata perfectamente cómo el mascarón de gentileza esconde muchas veces intereses personales. Es un recordatorio de que no siempre es necesario ser 'políticamente correcto', a pesar de que algunos sectores lo demanden arduamente.
Mientras exploras el álbum, te das cuenta de que reclama libertad de pensamiento. Su actitud valiente nos invita a cuestionar los dogmas que se nos imponen. En mundo saturado por falsedades elevadas a la categoría de 'políticamente correctas', es refrescante hallar discursos que escapan de esa rutina.
Las colaboraciones en el álbum son un capítulo aparte. La presencia de artistas invitados enriquece aún más el proyecto. Cada uno trae su propio bagaje musical y potencia la diversidad del álbum. En lugar de crear una mezcolanza confusa, estas colaboraciones amplifican el mensaje principal: la libertad de ser y de pensar sin restricciones.
Lo que más resalta es cómo el álbum interpreta la cotidianidad. No idealiza las experiencias diarias sino que las presenta como son; quizás es esto lo que perturba a algunos: que la desnudez del alma no es algo que estén preparados para enfrentar. 'Observando a las Personas' hace lo que el arte debe hacer: refleja la realidad sin filtros, y eso puede ser incómodo para quienes prefieren las fantasías que las ideologías mainstream les venden.
A través de los tempos y las cadencias, cada canción del álbum golpea donde más duele. Lo que se presenta no es necesariamente bonito ni fácil de digerir, pero propone una conversación que vale la pena tener. A la hora de reflexionar sobre quiénes somos, quizá 'Observando a las Personas' nos ayude a ser más sinceros con nosotros mismos.
No sorprende que este álbum haya generado opiniones divididas. La música es subjetiva, sin duda, pero es innegable que logra su cometido: nos hace cuestionar. Con letras que embisten directamente a las mentiras con las que muchos se sienten cómodos, es un regalo para aquellos que aún valoran la honestidad.
En un paisaje lleno de música que masca y escupe lo mismo, 'Observando a las Personas' es un soplo de aire fresco que nos anima a ver más allá. Puede que no guste a todos, pero definitivamente es una obra que merece ser escuchada, desafiando convencionalismos y agitando conciencias, como todo buen arte debería hacer.