La noche, ese momento casi mágico que para muchos se convierte en una guerra interna de emociones. Para aquellos atrapados en el mito de que deben fingir fortaleza para sobrevivir hasta el amanecer, es hora de una realidad más sensata. Hablamos de personas que sienten la presión de mantener una apariencia invulnerable, como si al abrirse fueran automáticamente débiles. Pero ¿quién lo dictó y por qué? Probablemente, lo hicieron voces poco razonadas que prefieren esconderse detrás de etiquetas emocionales y políticas. Una persona luchando por ahogar sus sentimientos desconoce la fortaleza que radica en la autenticidad. Un fuerte cuestionamiento a una cultura que insiste en que 'ser fuerte' significa ocultarse detrás de máscaras superficiales.
En una sociedad que cada vez grita más el culto al empoderamiento personal, sobran las etiquetas. Desde la incomprensión de las necesidades humanas básicas, hasta las concepciones erradas sobre lo que verdaderamente significa ser fuerte, estamos aquí para desafiar todo este non-sense. La fortaleza no está en reprimir lo que sentimos para quedar bien ante el resto, la verdadera fuerza reside en ser honestos con nosotros mismos sobre nuestras debilidades y tristezas mientras el mundo duerme. Vamos al núcleo de lo humano, lo que el apego a lo material y al apabullante gusto por el self-help de cartón casi ha olvidado.
Este mundo que te dice que debes dejar los problemas para la noche no entiende las verdaderas dinámicas humanas. Plantean que cargar con el peso del día hasta que el mundo no pueda verte, es una manera de manejar tus problemas con 'madurez'. Algunos incluso dicen que si puedes esconder tu sufrimiento bajo la oscuridad y sin testigos, serás mejor preparado para enfrentarlo. Ahora, cuántos términos vagos para describir simplemente evitar confrontar tu realidad. Este arquetipo de vida nocturna falsamente fuerte es la excusa perfecta para evitar lo que legítimamente deberías resolver con la claridad del día. Mientras tanto, la vida se pasa en un ciclo repetitivo, donde sólo te enfrentas a tus demonios cuando nadie podrá juzgarte por llorar en la madrugada, como si coquistar el pudor fuera la única respuesta.
En muchos aspectos, estas noches solitarias se han glorificado, alimentadas por el extraño consuelo que las redes sociales proporcionan. Una nota al margen: las redes están dominadas por nada menos que una gran cantidad de opiniones que caen más allá del polo extremo del espectro. La gente utiliza lo que sea necesario para camuflar el miedo a una conversación franca sobre cómo se sienten realmente. El ciclo se repite y las redes socioculturales están impregnadas de la lucha solitaria por fingir fuerza, un hormigueo nocturno sobre lo que realmente querrían afrontar a la luz de día.
Hay más en esta vida que martirizarse con fábulas de fortaleza. La noche es para descansar, para encontrar la paz sin presiones externas. En lugar de lidiar hasta la madrugada con el mito de la fuerza, abramos un debate acerca de lo que ser humano realmente significa. Ganamos más cuando encontramos el valor para derribar las convenciones de fuerte o débil. Necesitamos discutir cómo, por política o por simple costumbre, nos convertimos en unos charlatanes ante nuestras debilidades, enseñando a otros a seguir sin cuestionar estos ciclos. Sin embargo, la verdadera valentía no es el fingir ser férreo ante lo insoslayable, sino construir una vida donde no tenemos que recurrir a la intimidad de la noche para reconocer y aceptar nuestras emociones reales.
El tiempo para las fábulas de fortaleza ha terminado. No estamos hechos para admitir que nuestras emociones son debilidades. El ser humano ya no debe caminar la cuerda floja entre el temor de parecer débil y el deseo de mostrarse fuerte como un roble. Nos conformamos con mucho menos de lo que nuestras capacidades de relación realmente nos podrían ofrecer. Nadie es menos por aceptar sus emociones y contemplar sus debilidades frente a los demás. Más bien, llega el momento de perseguir nuestras verdades con ahínco, defendiéndonos de los estereotipos malurrentos de fortaleza. Vale más un corazón abierto que uno herméticamente cerrado. El sentido común dice que la apertura es más difícil que la fortaleza fingida. Asumamos la responsabilidad sobre nuestras propias historias incluso cuando la noche cae y la fachada de fuerza no es más que una ilusión mantenida por la oscuridad.
Estamos aquí para romper esta cadena de mitos urbanos y vueltas frustrantes, mostrando que la honestidad enfrenta mejor el peso del mundo. No es debilidad, es simplemente un acto de coraje que los relatos de fortaleza nocturna han intentado censurar. Dejemos de seguir cuentos que no necesitamos respaldar más. Al final del día, o de la noche, dejando de temer a nuestra vulnerabilidad, realmente comienza nuestra auténtica fortaleza.