¡Vaya sorpresa! En el corazón de una sociedad globalizada emerge el 'Niño de Deseo', un término que ni cuentos de hadas podrían inventar. Este concepto encantador -y algo perturbador- surge del deseo creciente de algunas mujeres y hombres por tener un hijo perfecto y acomodado a sus caprichos. Imagina que puedes obtener un niño como si escogieras un juguete en una tienda. El 'Niño de Deseo' responde a un anhelo que, en tiempos recientes, ha cobrado especial relevancia en Europa Occidental y América del Norte, especialmente desde el cambio de milenio. Dícese que comienza con la humanización de las tecnologías como el CRISPR y la fertilización in vitro, que han transformado en objeto de diseño aquello que la naturaleza daba al azar: tener hijos.
Primero, hablemos de cómo este fenómeno desconcierta a cualquiera que vea la maternidad y paternidad con reverencia, no como un capricho personal. La ideología que subyace en crear un 'Niño de Deseo' nos recuerda cuán radicalmente han cambiado nuestras prioridades. Tiempo atrás, cuando la familia era el núcleo de la sociedad, los hijos eran vistos como un regalo. Hoy, parecen haber evolucionado en productos de consumo. Parece que vivir en el mundo 24/7 del e-commerce se nos ha subido a la cabeza.
Esto nos lleva a nuestro segundo punto: la ironía del mercado de bebés. La idea postula que si puedes elegir el color de tus zapatos, ¿por qué no el color de los ojos de tu hijo? A algunos puede sonarles como avance, pero lo que realmente promueve es una superficialidad desmesurada - un giro por completo materialista de lo que deberían ser las relaciones entre padres e hijos.
Como tercer punto, podríamos considerar cómo este deseo puede cargar con un impacto profundo sobre la identidad de estas futuras generaciones. Ser visto como un producto producido bajo pedido impactará severamente la noción de individualidad y singularidad. Al alinearse con estándares prefabricados, con características supuestamente deseadas, ¿qué le ocurre a la verdadera esencia de ser único y estar vivo?
Un cuarto argumento a tener en cuenta es el clima moral y ético. En aras de crear el 'Niño de Deseo', uno pasa por alto el respeto básico al ser humano como individuo autónomo. ¿Desde cuándo se dejó de hablar de moral y ética? Este es el peligro que entraña el acceso sin restricciones a las tecnologías. Se trata de un fenómeno que cosifica la vida humana.
En quinto lugar, mencionemos el riesgo de elitismo genético. Esto no es juego; los componentes genéticos como nueva moneda podría crear mayores brechas están exclusivas para quienes puedan pagar. Mientras algunos toman decisiones inteligentemente siguiendo el camino natural del nacimiento, otros buscan comprar su "paquete de familia perfecta" como si estuvieran ordenando comida de lujo.
Sexto, la descomposición del sentido de responsabilidad parental no se queda atrás. Traer un hijo al mundo debería ser una elección consciente y responsable por amor. Al contrario, esta ola de individualismo pone en riesgo los antiguos lazos familiares. Si un niño ya no tiene el valor intrínseco de simplemente ser, sino que debe ser un accesorio perfecto a la vida de alguien, la prueba del tiempo no pinta nada bien para los próximos vínculos generacionales.
Séptimo argumento: el papel de los medios en esta configuración social desequilibrada no debería tomarse a la ligera. Luces, cámaras y... ¿por qué no? Niños a la carta. Programas, documentales e incluso series retratan el nacimiento de creaturas mágicas seleccionadas digitalmente, alimentando así la idea de inconformidad con la naturaleza.
Aquí, octavo, aparece inevitablemente el debate sobre el consentimiento. El simple hecho de traer una vida que no ha sido capaz de consentir la manipulación genética o la expectativa que se le ha impuesto está más allá de cuestionable. Estas decisiones se toman muchas veces sin el análisis profundo respecto a quién se afecta finalmente en este vasto teatro de vida humana.
Noveno, algo que nunca debemos ignorar es el romanticismo de lo desconocido. La crianza de los hijos debería ser una aventura, un viaje lleno de giros inesperados, desafíos y lecciones no planeadas que deben enriquecer vidas. Al buscar simplificar cada detalle y controlar cada elemento, se pierde el encantador equilibrio entre lo esperado y lo inesperado.
Décimo, la reflexión queda para aquello que llamamos 'progreso'. La idea de escoger a tus hijos, sin más, parece atractiva para un grupo específico de individuos, pero en el gran esquema de las cosas, representa una oscura tentación hacia lo artificial. Tal vez, los liberales no entienden el sutil encanto de lo imperfecto, lo humano, lo genuinamente inesperado.
Finalizo con una pregunta, aunque no por ello menos retórica: ¿Queremos realmente que el futuro de nuestros hijos quede atrapado entre ecos de superficialidad materialista? Puede que sea tiempo de volver a poner nuestros pies sobre la tierra y recordar que la complejidad y el caos son la verdadera esencia de lo humano.