El Mono de Sykes tiene más historia que cualquier activista de internet podrido en su sillón. Este curioso primate, conocido científicamente como Cercopithecus albogularis, resalta por su peculiar elegancia. Se ha estado paseando por las tierras del este de África mucho antes de que algunos liberales decidieran que sabían cómo salvar el planeta mejor que la naturaleza misma. Desde los densos bosques de Kenia hasta las verdes laderas de Tanzania, han protagonizado una historia de supervivencia y adaptación que merece más atención que cualquier trending topic en redes sociales.
Estos primos lejanos del ser humano, con su pelaje gris y blanco distintivo, pueden hasta parecer sofisticados. Pero no nos dejemos engañar; como cualquier especie que ha sobrevivido milenios, no lo han hecho siendo débiles ni buenos samaritanos. Son conocidos por su comportamiento astuto y a menudo territorial, recordándonos que a veces, lo políticamente incorrecto es también lo que funciona en la naturaleza.
Viviendo en pequeños grupos sociales, estos monos pasan la mayor parte de su tiempo saltando de rama en rama para buscar frutas, hojas y otras delicias que encuentren en su camino. No realizan reuniones para discutir si deben compartir equitativamente la comida ni se preocupan por las microagresiones de los otros animales. Su vida es simple, directa, y, en muchos sentidos, embargo de ideologías innecesarias.
Lo que realmente hace a estos monos fascinantes es su capacidad para adaptarse a un mundo que cambia. Actualmente, enfrentan la amenaza de la deforestación y la invasión de su hábitat natural por la acción humana, un tema del que, sorprendentemente, no escuchamos demasiado en los círculos actuales. Una historia natural más antigua que cualquier manifestación utópica, donde la prioridad es cuidar del terreno que tienes para prosperar. Esa idea no es tan diferente del pensamiento conservador sobre autopreservación y la importancia de cuidar primero de nuestro hogar antes de intentar salvar al mundo entero.
La ciencia nos dice que el Mono de Sykes es una especie muy adaptativa, a menudo cambiando su dieta y comportamiento para coexistir con las comunidades humanas, algo que, tal vez, los humanos podríamos aprender sin tener que redactar interminables tratados o crear nuevas regulaciones cada vez que nos topamos con un problema. Su forma de vida es un recordatorio de que la naturaleza siempre encuentra un camino, y que los arreglos imposibles no son necesarios cuando uno sabe jugar con las cartas que tiene en mano.
El sentido de comunidad de estos primates es más simple de lo que algunas corrientes políticas quisieran aceptar. No tienen un gran gobierno simio que designe qué comerán todos los días o cómo deberían actuar en cada situación. Su unión se mantiene gracias a un sentido inherente de cooperación para sobrevivir, algo que podría sonar aterrador para quienes creen que solo un estado interventor puede prevenir el caos.
A través de los siglos, los Monos de Sykes han observado como el mundo cambia a su alrededor, pero nunca han sentido la necesidad de emitir proclamas ni de firmar peticiones. La belleza de su existencia es que nos recuerda que a menudo menos es más, y que los esfuerzos individuales y el sentido de comunidad, cuando son genuinos, son más poderosos que cualquier declaración grandilocuente fabricada en una oficina.
Como sociedad, a menudo miramos hacia la naturaleza en busca de respuestas, y estos monos no dejan de ser un buen ejemplo de cómo adaptarse sin perder la esencia misma de lo que se es, algo que puede ser muy refrescante en un mundo que parece querer cambiar todo de la noche a la mañana sin pensar en las consecuencias de largo plazo. Y ahí están, balanceándose de las ramas, con una sabiduría antigua que sugiere que quizás solo procurando un poco más de sentido común, podríamos evitar algunos de los errores innecesarios que complican nuestra existencia humana.