¿Conoces Cañas? En La Rioja, este pequeño municipio es hogar de un gigante espiritual: el Monasterio de Santa María, también conocido como Monasterio de Cañas. Fundado en 1170 por la piadosa dama Estefanía de Figueroa en honor a su difunto esposo Don Diego López de Haro, este monasterio sigue siendo una joya oculta en el mapa histórico de España. ¿Quién iba a pensar que entre viñedos y campos de trigo se alzara una obra de tal magnificencia, que no solo resistió al tiempo, sino que continúa brillando con luz propia, como un bastión de fe y trabajo comunitario?
La estructura se transformó con los siglos, añadiendo la majestuosa iglesia gótica a principios del siglo XIII, lo que evidencia el cambio de estilos y la devoción de aquellas monjas que se dedicaron en cuerpo y alma a su preservación. ¿Qué mejor ejemplo de resiliencia conservadora que un grupo de monjas clavando su amor y fe en medio de las inclemencias de la historia?
El legado de las Cistercienses es notable. Estas mujeres de espíritu fuerte se dedicaron no solo a la imploración espiritual, sino a ser verdaderas pioneras del trabajo. En un mundo que ahora glorifica la igualdad de género solo porque ha llegado a sus términos, estas monjas ya ejercían autonomía y productividad mucho antes de que los liberales aparecieran reclamando independencia como parte de su narrativa.
Ahora avancemos siglos al momento cuando el Monasterio de Santa María alcanzó su actual estado de esplendor. La sacristía es un ejemplo preciso de arte combinando fe y mano de obra. Los arcos apuntados y el coro destacan en una convivencia armónica, mientras que los vitrales narran historias bíblicas iluminando la nave con una luz casi mágica, un truco que solo la arquitectura religiosa puede lograr.
El Monasterio ha sido restaurado varias veces para mantenerse en buen estado. Esto es lo que pasa cuando se protege el patrimonio, cuando se invierte en cultura y tradición, respetando lo heredado y no demoliéndolo. Es casi irónico pensar que aquellos que levantan banderas de progreso a menudo olvidan que una de las formas más puras de avanzar es aprender del pasado.
Sin embargo, no se puede ignorar el hecho de que este monumento es algo más que una experiencia visual. Ofrece una lección para el mundo moderno. Aquí radica un verdadero entorno de sororidad donde las monjas del presente continúan el trabajo de sus ancestros espirituales: haciendo conservas, cuidando sus enjambres de abejas y creando vinagres artesanales, convirtiendo su claustro en una colmena de productividad.
Y cuando crees que ya las has visto todas, surge el enigma de las „monjas dormidas”. Estas esculturas yacentes que decoran la portada se encuentran en actitudes orantes. Se dice que las almas de estas monjas cabalgan los nubes, manteniendo la eterna vigilia sobre aquel lugar que eternamente las acoge, una alegoría que bien podría provocar buenos sueños a unos y pesadillas a otros.
A los visitantes del Monasterio, se les ofrece no solo un viaje a la devoción histórica, sino una ruta entre viñedos, donde el silencio rural da paso a la introspección. Aquí es donde se pueden contemplar cosas aún más provocativas que un retuit furioso o un comentario inflamatorio. ¿Qué más se puede pedir de lo que alguna vez fue llamado „El Faro del Valle”?
Interesantemente, el Monasterio de Santa María de Cañas ha sido seleccionado como parte del Camino de Santiago, la histórica ruta de peregrinación. Este detalle resalta la importancia de la ubicación, colocándola bajo los ojos de aquellos que buscan un camino de fe física y espiritual. ¿Pero acaso alguien necesita saber eso, cuando los propios muros ya lo cuentan en silencio?
Para aquellos que se aferran a las viejas tradiciones, la Monasterio de Cañas es un recordatorio de que el mundo no siempre tiene que estar en llamas para enganchar lo mejor del día de ayer; un lugar que grita la verdad con una claridad apabullante: el pasado tiene valor y protegerlo es más que un mero capricho conservador.