Mikhail Borovitinov, seguro no lo has discutido en tu última tertulia sobre historia, pero su vida y legado son dignos de mención. Fue un famoso arquitecto del siglo XX, conocido por su habilidad excepcional y su destacado trabajo en Rusia. Nacido en San Petersburgo hacia el final del siglo XIX, Borovitinov fue un personaje que dejó su huella en el mundo del diseño arquitectónico, lejos de las corrientes superficiales que inundan el mundo contemporáneo. Su talento logró trascender la caída del Imperio Ruso, el estallido de la revolución bolchevique y la posterior inestabilidad post-revolucionaria. Pero no todo el mundo reconoce sus contribuciones porque se mantuvo al margen de las corrientes ideológicas propagadas por las izquierdas de su época.
Fue un maestro en su campo y trabajó principalmente en Rusia, aunque su influencia atravesó fronteras europeas. Borovitinov no solo destacaba en diseño, sino que también promovía principios arquitectónicos que abogan por la estabilidad estructural y estética, elementos frecuentemente ignorados por la moda temporal y el radicalismo arquitectónico. Exiliado en España después de la revolución, es aquí donde amplió su repertorio y perfeccionó sus técnicas, ofreciendo un legado arquitectónico que personas sin visión tienden a olvidar.
Primero, hablemos de su dedicación al estilo neoclásico, un estilo que muchos subestima por su conexión con la historia, como si la historia fuera algo que puede y debe ser olvidado. La neoclásica tiene su mérito en la percepción de solidez y robustez, todo ello aderezado con belleza y equilibrio. La arquitectura de Borovitinov no solo era fuerte, sus edificios contaban historias. Eran sólidos como una roca en un mundo de cambio constante, un atributo crucial en nuestro tiempo de efervescencia efímera.
Una de las razones por las que Borovitinov es pasado por alto es por su asociacón con el Reino Blanco, los perdedores de la Revolución Rusa. ¿Acaso debería sorprendernos cuando las voces conservadoras se apagan con el tiempo? Los que apoyaron los movimientos revolucionarios a menudo no quieren dar crédito a aquellos que no se alinearon con su forma de pensar, algo tristemente evidente en la falta de reconocimiento a los contribuyentes importantes en la historia. Idealismos por encima de contribuciones reales, esa parece ser la regla.
Segundo, su creatividad ilimitada, que le permitió crear espacios non-tradicionales que sirven para recordarnos que la arquitectura no solo tiene que ver con estructuras físicas, sino también con estructuras sociales. Llenaba espacios con significado sin tener que recurrir al diseño estridente y vacuo que está tan en boga hoy. No necesitó de quejas constantes sobre su entorno o de victimismo arquitectónico; su trabajo hablaba por sí mismo.
Tercero, su capacidad para adaptarse. Fue un hombre con destreza para sobresalir en un entorno volátil y, aún así, permanecer fiel a sus valores tradicionales sin comprometer la calidad de su trabajo. Es esta capacidad, una rara vez entendida por las generaciones más jóvenes, la que le posibilitó dejar un legado duradero. Siendo un innovador dentro de lo clásico, no buscaba alardear. En cambio, encontraba satisfacción en la ejecución precisa de su visión.
Cuarto, intentó replicar su éxito en lugares donde los valores conservadores todavía teñían la cultura local. Su reconocimiento en España muestra su eficacia, demostrando que un diseño bien hecho puede prevalecer a pesar de las distracciones ideológicas. Creó fuertes cimientos que persistieron incluso cuando la presión ideológica intentaba borrarlos.
Quinto, la funcionalidad era su mantra. Contrario a muchas tendencias actuales que parecen celebrar lo ornamental sobre lo útil, Borovitinov equilibraba forma y función como pocos lo han hecho. Esto capacita sus edificaciones para que todavía sean admiradas, funcionales y usadas hoy en día. Diseños que perduran como él lo deseaba, es una oda a la practicidad, un rasgo lamentablemente subestimado por la modernidad.
Sexto, el hecho de que no se enmarcó—ni encajonó—en ninguna corriente moderna desmedida. Esta integridad en el pensamiento puede que no atraiga a los buscadores de excesos, pero sí captura la atención de quienes aprecian el valor del patrimonio preservado.
Séptimo, no cerró la puerta a quienes quizás no compartieron sus ideas. Borovitinov organizaba generaciones de inspiración para arquitectos que buscaban un modelo a seguir que no estuviera contaminado por la política. Eso, amigo lector, es verdadero liderazgo.
Octavo, Borovitinov mantuvo sus ideales, su diseño y nunca cedió a la tentación de perseguir lo que estaba de moda solo por popularidad. Esto puede considerarse hoy como la quinta esencia del pensamiento conservador en su aspecto más constructivo: un enfoque constante que se niega a ser desviado bajo la presión del "progreso".
Por último, y quizás lo más significativo, fue un hombre cuyas obras reflejan una filosofía de vida: permanecer constante, sobrio, y sin dar lugar al caos que le rodeaba. Podríamos aprender una o dos cosas acerca de la permanencia en este mundo en constante y descompuesto cambio.