Mi Guerra Contra la Hipocresía Progresista
En un mundo donde la hipocresía parece ser la moneda de cambio, la izquierda política ha perfeccionado el arte de decir una cosa y hacer otra. En Estados Unidos, desde la llegada de la administración actual en 2021, hemos visto cómo las promesas de unidad y progreso se han convertido en un espectáculo de división y retroceso. Mientras los políticos progresistas predican sobre la igualdad y la justicia, sus acciones demuestran lo contrario. ¿Dónde está la coherencia? ¿Por qué las élites de la costa este y oeste, que tanto abogan por el cambio climático, siguen volando en sus jets privados? La respuesta es simple: la hipocresía es su verdadero credo.
Primero, hablemos de la economía. La administración actual prometió un renacimiento económico, pero lo que hemos visto es un aumento en la inflación y un mercado laboral tambaleante. Las políticas de gasto descontrolado y los paquetes de estímulo han dejado a la clase media luchando por mantenerse a flote. Mientras tanto, los grandes corporativos, que supuestamente son el enemigo, continúan llenándose los bolsillos. ¿No es irónico que aquellos que claman por la redistribución de la riqueza sean los mismos que se benefician de estas políticas?
La educación es otro campo de batalla. Las escuelas públicas, que deberían ser el pilar de la igualdad de oportunidades, se han convertido en campos de adoctrinamiento. Los padres que se atreven a cuestionar el currículo son etiquetados como extremistas. ¿Desde cuándo preocuparse por la educación de tus hijos es un acto radical? La agenda progresista ha infiltrado las aulas, y los resultados son evidentes: estudiantes que no pueden leer ni escribir a nivel de grado, pero que pueden recitar de memoria los dogmas de la corrección política.
La seguridad es otro tema candente. Las ciudades gobernadas por progresistas han visto un aumento en la criminalidad, mientras que los líderes locales piden desfinanciar a la policía. ¿Cómo se supone que las comunidades deben sentirse seguras cuando aquellos encargados de protegerlas son vilipendiados y despojados de recursos? La retórica anti-policial ha dejado a los ciudadanos vulnerables y a los criminales envalentonados. Es una receta para el desastre, y los resultados están a la vista.
La política exterior tampoco se salva. La retirada desastrosa de Afganistán en 2021 fue un ejemplo claro de la incompetencia y falta de previsión. Las promesas de restaurar la posición de Estados Unidos en el mundo se han quedado en palabras vacías. Los enemigos de la libertad se han fortalecido mientras nuestros aliados se preguntan si pueden confiar en nosotros. La debilidad no es una estrategia, y el mundo lo está viendo.
La cultura de la cancelación es la nueva inquisición. Cualquiera que se atreva a desafiar la narrativa dominante es silenciado y marginado. La libertad de expresión, un pilar fundamental de la democracia, está bajo ataque. Las voces disidentes son etiquetadas como peligrosas, y el debate abierto es reemplazado por la censura. ¿Es este el futuro que queremos?
Finalmente, la pandemia ha sido utilizada como una herramienta de control. Las restricciones y mandatos han sido aplicados de manera arbitraria, y aquellos que cuestionan las medidas son ridiculizados. La ciencia se ha convertido en un arma política, y la confianza pública en las instituciones ha sido erosionada. La salud pública debería ser una prioridad, no un campo de batalla ideológico.
En resumen, la hipocresía progresista está destruyendo los valores que una vez hicieron grande a este país. Es hora de despertar y enfrentar la realidad. La coherencia y la integridad deben ser restauradas antes de que sea demasiado tarde.