Imaginen una horda de ciclistas que parecen multiplicarse por arte de magia, tomando las calles como si fuera una invasión. Desde que comenzó en 1992 en San Francisco, la "Masa Crítica" ha sido el lugar donde los ciclistas se reúnen el último viernes de cada mes para pedalear juntos por la ciudad. Nació como un evento espontáneo con la idea de ganar visibilidad y reclamar más derechos para quienes prefieren dos ruedas no motorizadas, pero, como sabrán, no todas las modas deberían ser tendencia.
Lo que en un principio podría parecer un evento inocente o incluso saludable rápidamente se transforma en un caos urbano. La Masa Crítica florece en lugares como Londres, Buenos Aires y Madrid, y aquí es donde los problemas se multiplican. Las ciudades más congestionadas del mundo ahora tienen que lidiar con ciclistas que deciden cuándo y dónde bloquear calles, estresando a los conductores y convirtiéndolos en espectadores forzados de este espectáculo sobre ruedas. Y vámonos preparando para más: los ciclistas no se cansan.
Hablemos de los orígenes. San Francisco en los años 90 era el caldo de cultivo ideal para movimientos alternativos. Un grupo de ciclistas hartos de ser ignorados por políticas urbanas ineficaces decidió apoderarse de las avenidas. Cinismo o ingenio, la idea era simple: si los coches pueden dominar las calles, ¿por qué no las bicicletas? Sin ninguna organización fija o líder, crecieron como un enjambre. Basta con aparecer en el lugar y la hora indicada. Suena poético, pero durante los eventos, el tráfico se detiene, la irritación aumenta y a veces hasta la policía interviene.
El debate sobre la Masa Crítica no es simple. ¿Es una rebelión justificada o solo un alboroto premeditado? La perspectiva conservadora aquí encuentra varias aristas que cuestionar. Para empezar, esta apología de la bici es un clamor muchas veces exagerado. Entendamos que el mundo es un lugar diverso, y en muchas ciudades, simplemente no tiene sentido usar bicicleta como medio de transporte prevalente. Las razones van desde el simple hecho de que no todas las ciudades son planas hasta las condiciones climáticas adversas. Las políticas urbanas deben ser responsables y considerar la vida real, no las fantasías de un grupo.
Por si fuera poco, no hay ningún estudio serio que demuestre un cambio positivo en la infraestructura para bicicletas directamente atribuible a estos eventos. Lo que sí tenemos es un aumento en las quejas y problemas logísticos. Ah, y como olvidar las famosas entrevistas donde algunos participantes de la Masa Crítica afirman que lo hacen por el planeta, como si pedalear una vez al mes fuera la panacea del cambio climático. Diría que es más un intento de alardear sobre lo moralmente correctos que son con la Madre Tierra.
Además, estas reuniones se alzan como símbolo de una cultura que parece más interesada en protestar por protestar. Generan el espectáculo perfecto para quienes buscan sumarse a una supuesta revolución sin entender siquiera el punto. Lo que en esencia era un manifiesto por la visibilidad de las bicicletas, ha perdido su norte convirtiéndose para algunos en un protestódromo ambulante.
Y es que muchos que apoyan firmemente estas actividades, siendo fieles a ciertos grupos de liberales, no conciben la idea de que hay otras formas de conseguir cambios urbanos, como el diálogo responsable y la participación ciudadana efectiva en lugar de la confrontación pública y el caos vial. No se trata de un ataque a la bicicleta como opción de transporte, sino a desvirtuarlo como único salvador ecológico.
En el fondo, algunos defienden que esta disrupción temporal en las calles simboliza la demanda de espacios inclusivos para todos los medios de transporte. Sin embargo, esa demanda podría ser transmitida de otras formas que no obstaculicen el día a día de quienes prefieren o necesitan otro tipo de movilidad.
Para cerrar, podemos respetar y fomentar el uso de la bicicleta. Es un medio de transporte importante y sostenible. Pero como todo, debe ubicarse en su justa medida y no ser el centro de este universo urbano en el que vivimos. La visibilidad y los derechos se ganan persistentemente a lo largo del tiempo, no por eventos ruidosos que alteran a la comunidad misma. La verdadera crítica debe ser al sentido de estas actividades cuando pierden su rumbo.