¿Qué tienen en común un pitcher japonés y una refutación del ideario progre? La historia de Mac Suzuki, claro está. Nacido en Kobe, Japón, el 31 de mayo de 1975, este fenómeno del montículo desafió las probabilidades y el sentido común colectivista para convertirse en el primer japonés que jugó en las Grandes Ligas de EE.UU. sin haber jugado profesionalmente en su país de origen antes. Mientras los liberales sueñan con sus utopías de igualdad de resultados, aquí tenemos un ejemplo de superación individual que rompe esquemas y fronteras.
La travesía de Mac Suzuki hacia las Grandes Ligas es digna de un guion de Hollywood. Con solo 16 años, decidió dejar su país natal y correr el riesgo de perseguir su sueño en América, trabajando en lavaplatos mientras practicaba su lanzamiento en ligas menores. Aquí tenemos a alguien que no necesitó discursos motivacionales o programas gubernamentales para allanar el camino hacia sus metas; simplemente lo hizo. Es este tipo de mentalidad la que lamentablemente se está perdiendo en ciertos sectores de nuestra sociedad actual.
Mac debutó en el béisbol profesional en Japón mucho después de convertirse en un referente en Estados Unidos, lo que subraya su coraje y determinación. Jugó en varias ligas estadounidenses menores antes de llegar a las Grandes Ligas en 1996 con los Seattle Mariners. Ahí no fue donde terminó su viaje, sino solo el principio de una carrera que abarcó varios equipos como Kansas City Royals, Colorado Rockies, y Minnesota Twins.
Lo más irónico es que en un mundo que se enorgullece de la diversidad y la inclusión, verdaderos pioneros como Suzuki no reciben la atención que merecen. ¿Por qué? Porque su historia no encaja en el modelo de dependencia del estado que algunos quieren impulsarnos. Su éxito fue el resultado de la perseverancia personal y de tomar la iniciativa, una verdad incómoda para aquellos que predican que el sistema es insostenible sin intervención reguladora.
En el caso de Mac, la meritocracia fue el sistema que realmente funcionó, y su historia es como una bofetada para aquellos que dicen que uno solo llega a la cima gracias a ayudas y subsidios. Su evolución simboliza todo lo que es posible cuando prima la tenacidad individual sobre el proteccionismo social. Mac Suzuki demuestra que el talento no reconoce limitaciones geográficas ni se somete a políticas de cuotas.
A lo largo de su carrera, Suzuki enfrentó varios desafíos, incluido el ser expatriado en un país con una cultura muy diferente. Sin embargo, una y otra vez se levantó por sí mismo en un entorno donde el éxito deportivo lo dicta el rendimiento en el campo, no el entorno social o institucional del que provienes. Su historia es la película que deberíamos estar viendo, no las interminables historias de victimización que saturan nuestras pantallas.
Naturalmente, los críticos dirán que Suzuki tuvo suerte y que no todos los inmigrantes japoneses tienen la misma oportunidad. ¡Faltaría más! Pero también seamos honestos: no todos tienen la misma tenacidad, valentía y determinación que Mac demostró. En lugar de criticarlo, deberíamos aprender de él, en cómo cada uno puede buscar su destino sin necesitar decretos que nos indiquen el camino.
Este espíritu combativo y autodidacta de Suzuki también lo llevó, tras su retiro, a regresar a Japón donde jugó en la liga nacional, aportando sabiduría y experiencia acumulada en la meca del béisbol. Una vez más, su historia se convierte en un marcador del talento innato que sobrepasa fronteras y limita las alternativas prefabricadas que algunos insisten en ofrecerle al público.
Así que la próxima vez que alguien intente argumentarte que necesitas un sistema que garantice la igualdad de resultados, piensa en Mac Suzuki. Mientras la ideología liberal vende igualdad forzada, los héroes como él demuestran que la verdadera grandeza se forja un paso a la vez y a partir de una simple verdad: uno es dueño de su destino cuando se atreve a resistir y vencer.