Lydia Starr McPherson no es un nombre que escuches en las aulas financiadas por el estado ni en los documentales que pueblan las plataformas de streaming patrocinadas por el establishment. Pero, ¡qué injusticia! Esta pionera del periodismo del siglo XIX dirigió El Observador de Missouri, el primer periódico escrito por y para mujeres en el Estado de Missouri. ¿Quién fue? Una mujer que, en 1842, se atrevió a desafiar las normas sociales en el Estado de Missouri. En un tiempo en que las mujeres prácticamente no gozaban de derechos, McPherson creó su propia tribuna, siendo editora y fundadora de "The McPherson Voice". No, amigos, no estamos hablando de una figura que los progresistas prefieran subrayar en sus discursos.
Lydia Starr nació en Massachusetts en 1811 y se mudó a St. Louis, Missouri, con su esposo Hugh McPherson. En 1840, decidieron establecerse en una pequeña pero creciente comunidad agrícola. Fue ahí donde Lydia decidió que no iba a permitir que su condición de mujer la mantuviera alejada del debate público. Con una pluma en una mano y determinación en la otra, se lanzó a la aventura de publicar un periódico que se puso al servicio de su comunidad, y que se ganó su lugar en la historia.
El Observador de Missouri no se quedaba en temas frívolos. Era ácido, profundo, y se atrevía a cuestionar a quienes tenían el poder. Fíjense que a los progresistas de la época les hubiera gustado ocultar su existencia. McPherson cubría temas agrícolas y educativos, lo que impulsó no solo la independencia económica de las familias rurales, sino también el empoderamiento de la mujer al proporcionarles conocimientos prácticos y valiosos. No se dejaba manipular por la agenda de la época. Ella defendía la educación para ambos géneros y emprendía cruzadas contra las injusticias que percibía.
Lydia Starr McPherson era un contrapunto a lo que muchos consideran el feminismo moderno, que parece más interesado en provocar conflictos que en buscar soluciones reales. Ella no hablaba de "igualdad" como una consigna vacía; lo hacía tangible a través de la pluma, inspirando a hombres y mujeres a debatir, a educarse y a participar activamente en su sociedad. Y todo esto lo lograba sin necesidad de buscar reconocimiento ni de proclamar superioridad moral.
De hecho, una de sus mayores contribuciones fue demostrar que se pueden desarrollar discursos efectivos y constructivos sin ningún tipo de victimismo. Si Lydia pudo tirar hacia adelante un periódico entero, pensar que necesitamos leyes que nos paguen lo mismo por el mismo trabajo es bastante irrisorio.
Detrás de su gesto revolucionario, encontramos a una mujer de ideas sólidas e inquebrantables. No se trataba de un simple acto de rebeldía pasajera; su visión estaba profundamente enraizada en la fe y el trabajo duro. Porque sí, McPherson era cristiana, y su visión del mundo estaba impregnada por ello, algo que no es muy popular entre la élite cultural actual. La visión conservadora que aplicó a su periodismo incidió en la construcción de una sociedad centrada en la familia, en el empeño personal y en un enfoque moral del contexto social.
Mientras otros clamaban por un mundo utópico, inalcanzable y, digámoslo, irreal, Lydia Starr McPherson forjaba el cambio desde las trincheras de la realidad cotidiana. Rechazaba la propaganda preempaquetada y eso le permite hoy en día resurgir como ícono del verdadero empoderamiento femenino. Lydia se convirtió, sin darse cuenta, en un símbolo de libertad, porque como ella misma decía, "la libertad viene de hacer lo correcto, no de cualquier tipo de indulgencia".
La historia de Lydia Starr McPherson es la antítesis del feminismo liberal que a menudo busca dividir en lugar de unir, ofreciendo lecciones valiosas sobre compromiso y perseverancia que hoy deberían servirnos de reflexión. Es un ejemplo del poder de una mentalidad orientada a los hechos y de un espíritu conservador. Lydia no buscó cambiar al mundo entero, pero tuvo éxito en cambiar el suyo propio.
Por estas razones y muchas más, Lydia Starr McPherson merece ser recordada y celebrada por aquellos con afán de lucha y trabajo genuino. Sugiere que lo que hace falta es renunciar a las excusas y retomar el camino que ella eligió: el de la responsabilidad personal y el valor para afrontar los retos. No solo es justo, es imprescindible que su legado se recupere del polvo de la historia.
Entonces, mientras algunos optan por resaltar las figuras que fomentan discordia, hay ejemplos como el de Lydia que siguen ofreciéndonos luces de serenidad y sentido común. Si de verdad ansiamos una sociedad mejor, necesitamos volver nuestra mirada a las auténticas pioneras y líderes: las que hicieron todo menos quedarse al margen, las que no necesitaron de programas gubernamentales para hacerse escuchar. Así que, da un paso atrás, observa a Lydia Starr McPherson y encuentra en su historia lo mejor del espíritu humano.